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Travis

Adabel me confunde muchísimo. Cuando creo que hemos superado su hermetismo, se cierra incluso más.

—¿Qué ha sido eso?— Owen mira desde la cocina hacia la puerta de entrada, por la que sé que la mujer se ha ido.

—Nada— a pesar de mi negativa, el ex militar, fiel a su pasado, se pone de pie y camina hacia la sala de estar como un chismoso.

—¿Estabas con alguien?

Suspiro.

—¿Por qué no enciendes la televisión y buscas el partido?

—¡Estabas con alguien!— me apunta con el dedo—. Oh, viejo, lo hubieras dicho. ¿Te jodí el polvo?— lo observo en silencio, sin decir nada—. Lo hice, ¿Cierto?

—No.

Me dejó caer en el sofá y resoplo. El hombre me mira y los tatuajes en su cuello se estiran cuando ladea la cabeza.

—¿Qué te pasa?

—Nada— suspiro y termino por admitir—: Es que ella me confunde, es fría y luego caliente y luego parece que quiere saltarme al cuello para follar pero en realidad es para asesinarme y... ¡No la comprendo!

Owen se ríe.

—¡Mujeres! Son un dolor de cabeza pero no puedes vivir sin ellas— se ríe—. Anda abriré unas cervezas y me cuentas.

—No, no— me niego—. Miremos el partido y ya.

—¿Estás seguro? Soy bueno escuchando— vuelvo a negar pero me froto el rostro y busco las cervezas, intentando no pensar en ella, en la forma en la que siento que está jugando conmigo y en cómo quiero golpearle el culo para que aprenda, pero...

Serpiente. Cachorro.

Owen parece dejar atrás la insistencia para cuando regreso a la sala de estar y me despatarro en el mismo sofá en el que casi me follo a Adabel e intento centrarme en el juego y dejar atrás a la rusa de ojos verdes y carácter de mierda.

Vitoreamos el triunfo del Bayer mientras bebemos cerveza alemana — u Owen pondría el grito en el cielo — y para cuando el partido termina y yo propongo comprar pizzas y pasar tiempo con mi amigo, él me observa, siendo el terco hijo de puta que es, en realidad.

—Deja de mirarme así— le espeto.

—Travis, somos amigos, cuéntame.

Me froto el rostro y lo observo. Conozco a Owen hace unos años, porque él da un curso de defensa personal en el cuartel de bomberos donde trabaja Bruno y nos conocimos cuando la perra dálmata del lugar se enfermó y fui, como veterinario. Owen y yo hablamos por un rato y Bruno, junto con él, volvieron cercanos, especialmente porque traté a Kaile por bastante tiempo, puesto que tenía quemaduras severas. No hablábamos de cosas muy personales al principio, pero una vez nos juntamos a ver el torneo de fútbol europeo y comenzamos a hablar cosas sin sentido y él nos habló de Seks. Bruno fue primero al club y yo no lo hice hasta hace unos dos años. Estaba desde antes en el bdsm, pero jamás había ido a un club y ellos fueron quienes me hicieron conocer el club de Demian.

—¿Por qué las mujeres son tan...?

—Es sobre Adabel, ¿Cierto?— el ex militar me observa y sonríe—. Sabía que se traían algo cuando los vi en Seks pero... ¿Tú quieres perder las pelotas? Si le haces algo a la rusa tendrás a los Pavlov, a Nikolai y a las sumisas sobre ti.

Gruño.

—Hay más chances de que ella me haga daño, que al revés —admito.

—¡Oh, pobre! — se burla—. ¿La rusa va a jugar con tu corazón de pollo?

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora