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Estoy un tanto nerviosa para cuando salimos de la segunda consulta con la ginecóloga, con la receta para las inyecciones en mi mano temblorosa.

Estoy tan emocionada y asustada que los sentimientos se contradicen dentro de mí. Ya es sábado y estamos llegando al mediodía, así que subimos al Jeep, dispuestos a comer algo. El teléfono de Travis suena y él me observa brevemente.

—¿Respondes por mí?— pregunta y me estiro para tomar su teléfono y deslizar el dedo por la pantalla, al ver el nombre de su madre—. ¿Mamá?

—Hola, hijo, ¿Qué tal estás?— la mujer suena un poco agitada y yo frunzo el ceño—. Lamento mucho molestarte pero podrías pasar por casa en algún momento de la tarde, mi grifo se averió.

—Claro, iré ahora— dice, mientras dobla en una esquina, cambiando de dirección. Yo sonrío. Si algo que me gusta de él es la lealtad que tiene con su familia, especialmente con su madre—. Por cierto, Adabel está conmigo.

—Hola, Adabel.

—Hola, Clavel.

—De acuerdo... Ustedes dos deben tener hambre, prepararé la comida en lo que ustedes llegan— dice.

Corto la llamada poco después y el león no tarda en estacionar frente a la casa de su infancia. Clavel está en la puerta y nos sonríe cuando nos ve, dándonos un abrazo a ambos.

—¿Qué ha pasado?

—El grifo de la cocina— le dice.

—Tú y Cal tienen una especialidad para romperlos— Travis resopla e ingresa a la casa, mientras yo me quedo detrás, con su madre.

—Pasa, Adabel— pone su mano en mi hombro de forma cariñosa y ambas ingresamos. Travis se mueve con confianza, buscando una caja con herramientas y lo observo con atención mientras intento centrarme en su madre.

Nunca he sido afín a la dependencia hacia un hombre, me he valido por mi misma por muchos años pero verlo echado sobre la encimera para arreglar un grifo, despierta algo en mí. Lo sé, es tonto. Ver a un hombre arreglando la plomeros no debería ser erótico, ni debería provocarme cosas, pero él lo hace. Luce como un cuidador, como el alfa de la manada, que cuida y guía. Muchos tienen el concepto equívoco de que los almas lideran en camino, cuando son quienes se quedan detrás de todo, al final, cuidando las espaldas y asegurándose de que nadie quede rezagado.

Travis es eso.

Solo está reparando un grifo, Adabel.

—¿Qué tal todo, Adabel?

—Pues... las cosas van bien— le digo, sinceramente.

—Han hecho muy rápido— dice.

—Ya estábamos en la calle— explico y añado—: Yo tenía turno médico, así que Travis me acompañó.

—Oh, cariño, ¿Qué ha pasado?

Travis se detiene y me observa. No parecía muy centrado en nosotras pero el tono preocupado de su madre lo detuvo.

—¿Ada?

—Solo le explicaba que fuimos al médico— digo.

—Pero, ¿Qué ha pasado?— me pregunta—. ¿Ha sucedido algo con...?

—No, las cosas están bien— murmuro. Miro a Travis brevemente y me sorprende que podamos entendernos sin hablar—. Bastante bien, de hecho— carraspeo—. Vamos a... bueno— observo al hombre, esperando a que me ayude, pero no lo hace—. Siempre quise ser madre y Travis quiere ser padre, así que vamos a intentar...

—¡Oh, por Dios!— La mujer se echa sobre mí, en un abrazo que me estrangula y Travis se ríe antes de que ella se detenga. Sin embargo, chilla y yo me río, sin saber qué demonios hacer—, pero...

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora