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Adabel

Los días hasta el viaje se están pasando con demasiada rapidez. Para empezar, intento ocupar mi mente con cualquier cosa que no implique contar las dos semanas que debo esperar para hacerme el test de embarazo e intento mantener mis ilusiones bajas, para que la realidad no me destroce cuando — posiblemente — vea un negativo.

La semana anterior a tener que subirme al avión es extraña. Travis prácticamente está detrás de mí a cada hora, me visita constantemente en la reserva, aunque no descuida su trabajo y, cuando nos separamos por algunas horas, me recibe como si no nos hubiéramos visto en décadas.

Me preocupa.

Quizás por eso estoy hablando con Owen, que lo conoce hace más tiempo y son amigos, porque necesito saber cómo demonios tratar esta situación. Le he dicho a Travis que planeaba ver al alemán para tomar una cerveza — aunque ahora que lo pienso, es mejor si bebo otra cosa, sin alcohol — y para practicar algo del idioma.

No es mentira, en realidad.

—Buenas noches, cascabel.

—Buenas noches, gallina.

Alza el dedo índice.

—Propietario de una gallina.

—Da igual — me sonríe —. ¿Cómo estás, Owen?

—No me quejo— lo observo en silencio, esperando a que diga la verdad —. Quizás tus ojos de víbora hipnótica funcionan con el salvaje, pero no conmigo.

—Ajá.

Suspira, se frota el rostro y me observa.

—De acuerdo, sí funcionan conmigo pero no quiero hablar, Adabel, ya he... ya he hablado.

—¿Cómo está Zaira?

Me da una sonrisa leve.

—Me ha dicho que te metiste con ella por mandarme a la mierda.

—Sí, eso hice.

Juega con una de las servilletas, quitando sus ojos de mí.

—Creo que ella no entiende lo que me pasa — murmura—. Quiero decir... es preciosa, pero... no ha tenido altibajos en su vida, solo... urgencias médicas, con las que ni siquiera tiene una conexión.

—Owen, debes contarle— murmuro—. Se nota que te quiere y tu a ella.

Aprieta los labios y asiente.

—Me dijiste que necesitabas hablar sobre Travis, ¿qué sucede?— su cambio de tema no me sorprende.

—Estoy un poco preocupada— admito—, creo que mi ida a Alemania lo altera más de lo que quiere demostrarme y no quiero que sienta que lo estoy abandonando.

—Y... ¿qué te sucede a ti con Alemania?

—Nada, solo voy por las serpientes.

—Pero, de no ser por ellas...

—No iría, Owen.

Asiente.

—Debes explicárselo a Travis.

—Ya lo hice —murmuro.

Aprieta los labios.

—Díselo de nuevo, muchas veces.

—¿Todo esto es por el hijo de puta de su padre?

Juraría que sería capaz de conseguir que una de mis serpientes venenosas matase al hombre se se acercaba de nuevo a Travis. ¿Quién demonios dañaría así al cachorro? Hijo de...

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora