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Perdón la demora en actualizar, si vieron mis redes sociales habrán notado que mi computadora se tomó un descanso de este mundo y recién hoy la recuperé, así que denle un aplauso a Mabel que prendió de nuevo y vino renovada para que pueda editarles los capítulos.

¡Saludos!

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No sé qué fue lo que me rompió esta vez. No sé si fue algún comentario de mi hermano, las constantes miradas curiosas o el modo en el que Travis me defendió cuando salí del comedor de la casa.

A pesar de que Gemma y Lianna me hablaban, solo escuchaba a Travis, justificándome con mi familia.

Y duele. Duele mucho.

Ahora estoy sentada sobre tierra, con una pantera negra, de casi noventa kilos, acurrucada sobre mí, mientras lloro. No sé cómo terminé así, aunque me hago una idea.

Esta vez, Karma no le salta a la yugular a Travis cuando se acerca y se sienta, a pocos pasos de nosotras. Ni siquiera intento disimular que estoy llorando, ¿Qué sentido tiene?

Llevo la mano a mi cuello y me toco la clavícula, en un gesto nervioso. El león sigue sin hablar, como si supiera que necesito espacio y lo único que se escucha es el ronroneo de Karma, que sigue empujando su cabeza contra la mía como si intentara darme cariño.

—¿Puedo acercarme?

—Karma va a atacarte.

—Lo pregunto por ti, no por ella— me responde, sin quitar los ojos de mí—. ¿Me dejas acercarme?— con un asentimiento leve, acepto. Travis ni siquiera se pone de pie, solo se mueve un poco, cada vez más cerca, como si yo fuera un animal acorralado. Cuando está a mi lado, deja que Karma lo huela y ella no lo ataca—. ¿Quieres que te abrace?

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque no quiero que me ataques— dice.

Está calmado y no luce como una amenaza.

Le doy otro asentimiento leve y él pone sus brazos a mi alrededor. No soy capaz de parpadear, pero las lágrimas siguen saliendo de mis ojos sin control.

—Estropeé tu camisa, lo siento— digo, cuando logro respirar con algo más de calma.

—No te preocupes, a Karma le gusta limpiar sus mocos en mis pantalones, así que ya estoy acostumbrado.

Una risa histérica se me escapa.

—¿Quieres que limpie mis mocos en tus pantalones, Travis?

Me pasa los pulgares por las mejillas y limpia mis lágrimas. No subo mis ojos más allá de su garganta.

—Quiero que me mires, ¿Puedes hacer eso?— pide—. Tus ojos son bonitos, Bel, quiero que me mires con ellos— los levanto, poniéndolos en los suyos. Son cálidos, del color del chocolate que me daba mi mamá cuando hacía mucho frío en nuestra casa de Moscú—. Eso es, muy bien, serpiente.

Travis me da una sonrisa leve.

—¿Quieres que hable?

—¿Quieres hablar?— me pregunta, mientras yo paso los dedos por el pelo sedoso de Karma, que está echada a mi lado, con una de sus patas y la cabeza sobre mis piernas—. Puedes decirme lo que quieras, Bel, siempre voy a escucharte.

—¿Aunque te sisee como las serpientes?

—Aunque hagas eso, sí— me dice con una mueca.

Dejo mis ojos en el pelaje negro de Karma cuando le vuelvo a hablar:

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora