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Maratón final 1|3

Sexto mes.

Creo que, tras pasar el cuarto mes con éxito, me di cuenta realmente de lo que estaba pasando. Como que algo en mi mente hizo clic y me di cuenta de que en pocos meses tendré a una bebé. Un parto. Una hija. Maternidad.

Y que, además, me casé.

La revelación me golpeó como un baldazo de agua fría una mañana que desperté y Travis me dijo "Buenos días, esposa".

Sonrío cuando lo recuerdo y sigo estirando mis piernas. Al menos, me dieron autorización para hacer algo de yoga cuando le expliqué a los médicos que me estaba costando cada vez más moverme. Les pasé un programa de yoga básico, lo aprobaron así que intento hacerlo todos los días, a menos de que esté muy cansada.

Empezamos un curso de paternidad y Travis suele mirar documentales, lo que me causa bastante gracia.

Los últimos meses han sido una locura, pero admito que las distracciones de las visitas de la familia han ayudado bastante. Gemma, mi hermano y Nik han venido dos veces, Owen logró venir por unos días, aunque no soportó mucho estar aquí y también Clavel nos ha visitado, aunque también vendrá el próximo mes porque se ofreció a ayudarme a preparar las cosas para cuando nazca.

Termino de estirar mis músculos y tomo una respiración profunda. Si cuando tenía cuatro meses sentía que estaba a punto de parir, no sé cómo decir que me siento ahora. Realmente mi abdomen creció muchísimo y engordé bastante. Me miro, notando que al menos las marcas de la piel no son tan evidentes, aunque sí hay algunas estrías inevitables e intento incorporarme.

Fracaso.

Frustrada, cambio de posición e intento ponerme de pie, pero de nuevo me resulta una tarea casi imposible.

—¿Todo bien? —el cuerpo de Travis se asoma desde la cocina, donde está preparando el almuerzo y me observa.

Seguramente escuchó mi resoplido.

—No puedo levantarme —me quejo —, no tengo un centro gravitatorio —añado —, ni equilibrio, porque estoy embarazada.

Se ríe y se acerca, poniéndose de pie frente a mí y pasando sus brazos por debajo de los míos para ayudarme.

—Listo —me planta un beso y pone sus manos a mi alrededor.

Admito que últimamente lo estoy esquivando en ese sentido, porque no me siento cómoda con mi cuerpo, ni me siento bonita y ni siquiera me he depilado y me siento molesta con mi apariencia de pez globo, aunque sea por la buena causa de tener a mi hija. Así que, por todo eso, pongo algo de distancia entre nosotros.

—Gracias.

Me mira sin decir nada e internamente espero a que no haga, pero solo me observa por unos segundos y regresa a la cocina.

Me froto el rostro y voy a la habitación para darme una ducha porque, aunque no haya hecho muchos movimientos, de todos modos sudé y me siento sucia, así que abro el grifo de la ducha y espero a que se caliente el agua.

Al menos el clima está muchísimo mejor. El frío prácticamente desapareció y solo hay algunas leves ventistas primaverales. El césped alrededor de la casa volvió a crecer y luce verde. El aspecto del lugar luce muchísimo más vivo y es bonito, por lo que suelo pasarme buena parte de las tardes en el porche, mirando todo.

No es como si pudiera hacer muchas más cosas. A veces solo de pensar en hacer algo me canso.

Me quito la ropa y me meto en la ducha. Ni siquiera miro la rasuradora, porque sé que la última vez que intenté depilarme me acalambré y cierro los ojos, tratando de calmarme.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora