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Adabel

Travis conduce.

No sé cómo he accedido a esto, en realidad, pero el cachorro está llevándome a su casa. Quizás debería decirle e ir a mi territorio, donde todo me resulta más familiar, pero regresar allí y recordar mi episodio de esta mañana me quitará la buena predisposición que tengo en este momento.

Ni siquiera creí que el león fuera a seguirme el juego cuando le hablé sobre el bdsm, pero lo hizo. Dijo cosas coherentes, incluso, cosas que dice una persona que está informada sobre el tema.

—¿Estamos yendo a tu casa?— le pregunto, solo para estar segura.

—A menos de que prefieras ir a otro lugar, si. Allí vamos.

—Tu casa está bien— murmuro.

Travis conduce por otro par de minutos en los que yo me limito a charlar sobre alguna tontería para aliviar la tensión entre nosotros y, cuando se detiene en un complejo de departamentos, bajamos del Jeep.

Abre la puerta y me deja pasar, caminando hacia el ascensor y presiona el séptimo piso. Mi teléfono suena en mi cartera y yo me apresuro a apagarlo, porque no quiero interrupciones.

Cuando estamos en su departamento, que es bastante amplio y masculino, como un piso de soltero, me mira.

—¿Quieres algo para beber?

—Creí que habíamos venido aquí para follar, cachorro— le digo con diversión, antes de que él se ría levemente—. ¿Dónde está tu habitación?

—Me siento usado, serpiente— dice con tristeza fingida—. Sólo me quieres por mi cuerpo.

Niego y antes de que pueda replicar, mi espalda está contra la pared del recibidor y sus brazos están a mi alrededor para mantenerme en el lugar. Lo miro con sorpresa, porque no estoy acostumbrada a que pase esto y cuando voy a decirle algo, su boca cubre la mía. Es un beso salvaje y arrebatado, que me nubla mientras su barba me raspa las mejillas cuando su lengua juega con la mía. Sus manos se ajustan a mi cintura y me clava los dedos debajo de las costillas mientras sigue besándome.

Empujo mi cadera contra la suya, sintiendo su erección por debajo de la tela del pantalón y pongo mis manos en su nuca, antes de agarrar su cabello y tirar ligeramente de él. Lo tiene largo, muy por debajo de los hombros y ligeramente ondulado. Suelta un gruñido desde el fondo de la garganta cuando jalo más fuerte y sus manos bajan a mi culo para apretarlo por debajo de la tela de mi vestido y luego, me da un palmetazo. Ni siquiera me inmuto.

Es obvio que entre nosotros hay una pelea por el control.

—Tendrás que decirme una palabra para detener esto si se pone demasiado duro, cachorro— le digo jadeando cuando baja sus labios por mi cuello, chupando la piel delicada de mi clavícula.

—Veneno— murmura, mientras sube mi vestido—, porque es algo que podría matar a un león y sin embargo, mantiene viva a las serpientes.

Me río.

—Ocurrente— admito.

—Separa las piernas — pide mientras se hinca de rodillas frente a mí. Su boca se desliza por mi abdomen cuando deja caer mi vestido a un lado y sonríe—. Demonios, lo sabía.

—¿Qué cosa?

—Sin sujetador— murmura contra mi muslo—. Chica pervertida, fuiste a nuestra cita sin sujetador.

No le respondo nada mientras lo dejo hacer y solo me limito a cerrar los ojos para disfrutar. Con mi mano sosteniendo su cabello en mi puño, guío su boca entre mis muslos y su lengua se desliza por entre mis piernas antes de que sus manos me rompan las bragas.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora