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No niego ni afirmo que Adabel y Travis se sacan chispas <3

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El encargado de la reserva me lleva por un camino que parece estar en el centro de la jungla, mientras me va explicando algunas cosas. El sendero es de piedra y se pierde dentro de lo se siente como un bosque, donde puedo ver algunas construcciones bien alejadas entre sí.

Este lugar es enorme.

—De este lado, nos ocupamos de los reptiles, que es donde estarás tú. A la izquierda, están los encargados de la conservación de aves. Los mamíferos están más adelante y hay un sector específico para felinos en peligro de extinción, que es la parte que más trabajo nos demanda.

—Está bien.

—Te presentaré con los encargados de cada zona y te llevaré para que conozcas a los reptiles con los que trabajarás.

—De acuerdo.

Miro todo a mi alrededor, tratando de memorizar las señalizaciones y los diferentes árboles y demás cosas que hay, para que después no me cueste tanto encontrar el camino.

Un rato después, nos detenemos en una construcción moderna, pero que de algún modo, no desentona con lo selvático a su alrededor. Por lo que entendí, es el sector de las aves.

—Camille, ella es Adabel. Adabel, ella es Camille— me presenta Greg—. Camille es la encargada del sector de las aves, es veterinaria de la Universidad Estatal y lleva trabajando con nosotros tres años— me dice.

—Es un gusto— extiendo mi mano en su dirección y ella la estrecha con una sonrisa agradable—. Soy Adabel.

—Qué lindo nombre— sonríe—. Como dijo Greg, soy Camille.

El teléfono del jefe suena antes de que podamos decir algo más y se aleja para responder, dejándome sola con la chica.

—¿Qué tal el trabajo con las aves? — le pregunto, porque el silencio se torna incómodo.

—Es divertido, ¿En qué sector vas a estar tú?

Por unos segundos, debo detenerme y evitar que la respuesta salga en ruso. Es algo casi instintivo por haber usado el idioma por tantos años.

—Reptiles— digo finalmente.

—Eso es genial. No teníamos a nadie que pudiera ocuparse de ellos a tiempo completo— suspira—. Todos nos turnabamos.

Asiento.

—Lo sé, por eso me contrataron.

—Así que, ¿En dónde has estudiado?

—Hice el doctorado en veterinaria en la universidad de Moscú y un posgrado en Munich— le digo—, sobre reptiles, especialmente.

—¿Cómo has hecho con el idioma?— me pregunta con cierta sorpresa.

—Soy rusa— carraspeo, sin querer hablar mucho del tema, porque siempre consiguen fastidiarme con las preguntas—. Hablo ruso desde que nací.

—Pero no tienes acento.

—Mi madre nació aquí, mi padre era ruso—digo—. Entonces, ¿Cómo te llevabas con los reptiles?

—Oh, ya sabes que de todos los animales los reptiles son los menos empáticos con los seres humanos— le resta importancia—. Las aves y los mamíferos son más sencillos de tratar.

Frunzo el ceño, completamente en desacuerdo con la tontería que dice, porque he visto entrenadores enseñando comandos a reptiles como si fueran perros, a pesar de que no son animales domesticables. Skol, el camaleón de mi hermano, es la prueba de ellos. Sin embargo, ponerme a discutir en mi primera hora de trabajo me parece ganarme un pase directo al infierno y decido callarme.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora