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Adabel

He tomado coraje de donde no lo había y me he decidido a salir del pozo depresivo en el que volví a caer.

Es mi segunda semana en la casa de Travis, en este extraño secuestro voluntario y el viernes pasado llamé a la psicóloga que me recomendó Andrei, pero me dijo que no podía atenderme por mi cercanía con Gemma. A pesar de que le dije que no somos unidas, me dio el contacto de un colega suyo, el doctor Albert Ambrosio y quedé en tener mi primera sesión de terapia hoy, luego del trabajo.

Travis lo sabe, evidentemente. Tuve que decírselo cuando le expliqué que no me iría a su departamento con él.

—Te llevaré— me dice, cuando nos hemos despedido de Greg.

—No es necesario.

—Me queda de paso— sonríe—. He quedado en beber una cerveza con Owen, Bruno y Marianne— me explica—. Plan al que puedes unirte cuando salgas de tu terapia.

—¿Es el premio consuelo porque ajusten mi cerebro?— intento bromear, mientras él conduce.

—No, es el premio a la chica valiente que lo está intentando.

Me quedo callada, mientras practico todo lo que le diré al psicólogo y cuando nos detenemos en la puerta de la consulta del doctor Ambrosio, tomo una respiración profunda.

—Te veo luego— me detengo antes de bajar del coche, sabiendo que el león se merece más que eso y me giro. Me arrojo a sus brazos y rodeo sus hombros con mis brazos, quedándome allí por unos segundos, en los que él tarda en reaccionar y responder mi abrazo—. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí.

Me sudan las manos cuando lo digo, y la voz me tiembla, pero lo logro y me siento bien por poder hacerlo.

—Intenta sobrevivir a la terapia para que podamos bebernos una cerveza juntos, ¿Está bien?— me da algunos besos rápidos antes de que me baje del coche y contengo la respiración mientras entro al lugar y la secretaría del psicólogo toma algunos de mis datos antes de ir a un sofá y esperar a que me llame.

Muevo mi pie ansiosamente mientras aguardo, hasta que el hombre abre la puerta. Tiene algo de sobrepeso y una sonrisa agradable, cuando me habla.

—Hola, tú debes ser Adabel.

—Hola.

Con paso torpe entro al lugar y debo mecanizar cada uno de mis movimientos hasta llegar al sofá del interior.

—Cuéntame, ¿Qué te trae por aquí?

—Yo... no sé por dónde comenzar— admito.

—De acuerdo, está bien— me sonríe—. Es normal. La mayoría de las personas llegan aquí sintiendo que su cabeza es un ovillo de lana y yo te ayudaré a desenredar todo eso— explica—. ¿Has hecho terapia alguna vez?— asiento—. ¿Hubo algo que te llevó a hacerlo o solo creíste que lo necesitabas?

—Hubo.. Pasó...— me froto el rostro, nerviosa—. Lo siento, no sé... no sé si estoy lista para esto.

—Está bien, iremos de a poco— sigue con una expresión comprensiva—. Comencemos por algo simple, ¿A qué te dedicas?

Hablar sobre eso es relativamente sencillo. Le cuento sobre mi trabajo, sobre las serpientes y cómo llegué a la reserva, lo que me lleva a hablar sobre Alemania.

—Llegué aquí luego de cumplir veintisiete hace seis meses— murmuro—, tuve un... un quiebre y creí que estar cerca de mí familia ayudaría pero... no lo sé, no fue así.

La primera sesión de terapia me mantiene en terreno sano, todavía no llegamos al pantano de mi cerebro y salgo bastante conforme, sin sentirme colapsada.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora