Maratón final 3|3
Travis
Voy a romperla.
Se va a romper.
Es demasiado pequeña.
Cada vez que la tomo en mis brazos la siento diminuta. Sus dedos ni siquiera logran rodear mi pulgar.
—¿Ahora qué te pasa, bebé quisquillosa? —pregunto, entrando a su habitación.
Son las cinco de la mañana y sé que no volverá a dormirse, porque tiene los ojos más verdes que haya visto en mi vida abiertos de par en par y sonríe cuando me ve.
La saco de su cuna y la observo. No tiene el pañal sucio y parece espabilada, así que solo comenzó a llorar porque quería que Ada o yo la sostengamos.
Ni siquiera llevamos veinticuatro horas en Valencia pero siento como si hubiera pasado una eternidad. Se siente así porque finalmente estamos en casa.
Finalmente.
—Escucha, no voy a estar soportando que una bestia diminuta como tú me esté despertando a la madrugada —la llevo hacia la ventana del cuarto y la muevo lentamente mientras ella no deja de mirarme —. No vas a dormirte, ¿no? — sonríe y parece entenderme.
Salgo de su habitación y me acomodo en el sofá, con ella recostada en mi pecho, mientras enciendo el televisor. Lo dejo sin volumen, sonriendo al ver que están pasando un documental sobre felinos y Romashka se lleva mi dedo a la boca. No creo que tenga hambre porque Ada se despertó y la alimentó hace dos horas, pero parece satisfecha con solo hacer eso.
Nos quedamos así hasta que comienza a amanecer y ella no se duerme, así que busco su mecedora, la dejo allí y no le quito el ojo de encima mientras preparo el desayuno, cerca de las diez de la mañana, cuando Owen me escribe un mensaje diciendo que vendrá a buscarnos dentro de una hora y media.
—Vamos a despertar a tu mamá —murmuro, llevando las cosas a la habitación. Ada está medio despierta, aunque sigue con expresión cansada y se le ilumina el rostro cuando ve a nuestra hija —. Te traje el desayuno y a una bebé demandante.
Estira los brazos y se acomoda con Roma, contra el cabecero de la cama. La bebé no tarda mucho en poner su mano sobre el seno de Adabel, como si quisiera iniciar una disputa por el territorio.
—¿Se despertó hace mucho? Ni siquiera la escuché.
—Como a las cinco —le digo —, pero nos quedamos mirando una película.
Adabel sonríe mirando a nuestra hija y yo sonrío mirándola a ella.
—¿Eres una bebita madrugadora? —le dice. Roma se ríe y hace sonidos con su boca, aunque todavía no habla, emite ruidos, sí, pero nada coherente aún —. Di mamá... ma... ma...
Me llevo la taza a la boca, sonriendo.
—Seguro que dice papá primero. Es la niña de papá.
—Cállate, cachorro.
Me río.
Roma se ríe y estira sus manos, cerrando sus pequeños puños en el aire, antes de que Ada comience a llenarle de besos la cara.
—Por cierto, Owen dijo que vendrá a buscarnos en una hora —le aviso —, creo que me ha robado el Jeep y a mi madre.
—Al menos tu mamá estuvo acompañada —me dice —, y respecto al Jeep, patearé su culo si no lo regresa. Ese coche me gusta.
—¿Buenos recuerdos de cuándo follamos allí?
Le cubre las orejas a Roma.
—Travis —me chilla.
ESTÁS LEYENDO
Veneno | SEKS #4
RomanceSERIE SEKS, LIBRO #4 Adabel Pavlov es veterinaria, especialista en serpientes. Cuando la contactan de una reserva ecológica en la misma ciudad el resto del Clan Pavlov vive, decide que es momento de reunirse con su familia y, en el proceso, reconect...