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Tomen los pañuelos, los van a necesitar.

Travis

—¿Quieres un café? Buscaré café— la ansiedad de Andrei me hace mirarlo, mientras se mueve de un lado al otro por la sala de espera.

—¿Puedes calmarte? Ella estará bien— le digo.

Yo también estoy inquieto, pero intento mantenerme sereno.

—¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Acaso no te importa?

—Di eso de nuevo y te romperé diente por diente hasta que entiendas— le gruño—. Ella estaba tranquila, estaba bien. Estoy feliz por eso y no voy a ponerme como un niño caprichoso a gastar el suelo del hospital— digo—. Controla tu mierda y siéntate.

—Ella estaba nerviosa.

—Créeme, no la has visto nerviosa— resoplo—, aunque no lo creas, tuvo tiempo para asimilarlo— le recuerdo—. Estará bien.

Su teléfono suena y él se aleja para responder aunque escucho perfectamente que le dice a alguien que Ada ya está en el quirófano. Cuando vuelve a estar cerca, suspira:

—Le prometí a Gemma que no fumaría más, pero necesito uno.

Le extiendo la cajetilla y él murmura un agradecimiento antes de salir al exterior para fumar. Me froto el rostro, me acomodo en la silla incómoda y miro mi teléfono, para responderle a mi madre y Cal, que están al tanto de lo que está pasando con Adabel.

Dime ni bien salga del quirofano y le llevare pastel de coco— mamá.

Le digo que sí, aunque posiblemente deban pasar algunas horas antes de que pueda comer algo y me entretengo jugando al Counter Strike contra Owen, para distraerme. No es que sea un hijo de puta y que no me preocupe que Ada esté en una operación pero no puedo hacer nada desde aquí y lo único que me queda es esperar y ver cómo está ella una vez que despierte de la anestesia.

Su hermano regresa algunos minutos después, luciendo un poco más calmado y se sienta en la silla a mi derecha.

—Así que... ¿Mi hermana y tú, eh?

—Sí, ¿Qué tiene?

—Nada— se calla por varios segundos—. ¿Tú sabes de esto hace mucho?

—¿Sobre la enfermedad?— asiente—. No, lo sé hace unos días.

—¿Y sobre su embarazo?

—Me lo dijo cuando comenzamos a salir, hace unos cinco meses— le digo—, pero pasó un tiempo desde que nos conocimos.

—Yo no lo sabía.

—Lo sé.

—Hubiera ido a Alemania— murmura—, pero...

—Ada cree que no debe pedir ayuda y no la puedes culpar por ello— digo—. Está bien que sea autosuficiente pero le cuesta pedir ayuda, incluso para tonterías.

—Es terca.

—No, es una mujer herida, que cree que todo lo que pida será una carga para los demás— señalo—, ¿O no has visto cómo nos ha intentado echar tres veces del hospital?

—Como si quisiera estar sola.

—No lo quiere, pero siente culpa por pedir ayuda.

—Yo... no sé qué hacer con ella, es difícil. He intentado revivir mi relación con Adabel durante muchos años y desistí.

Observo a Andrei.

—Es difícil ayudar a una persona cuando no quiere ayuda— le digo—, pero ahora ella sí la quiere, así que puedes ayudarla hasta donde te deje, sin invadirla y aceptando sus límites.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora