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VEINTICINCO CAPÍTULOS PARA QUE ADABEL DIJERA LO QUE DICE. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

Adabel

Me pongo el calzado y miro por última vez el cuerpo dormido de Travis, antes de salir de nuevo al pasillo y suspirar.

Necesito conseguir la pastilla del día después, con urgencia. Me dan terror las posibilidades.

Tengo miedo porque, es irónico que siempre haya querido ser madre pero con todos mis trastornos hormonales hoy en día es mucho más probable que... que se repita lo que pasó y saber qué hay una mínima posibilidad de que suceda, a pesar de mi infertilidad, me aterra porque no podría soportar otro aborto.

No. No podría pasar por eso de nuevo.

Buscando las llaves de Travis, sospeso la idea de llevarme el Jeep, pero no tengo el carnet de conducir aquí, así que me decanto por caminar. A pesar de que no conozco muy bien la zona donde vive Travis, busco en Google Maps la farmacia más cercana y me marca una que está a tres calles.

Guardo dinero en mi bolsillo y ni siquiera me preocupo por llevar el móvil, solo bajo a la planta baja del edificio y camino, notando la oscuridad de la noche. La calle parece un desierto, puesto que son casi las dos de la mañana, pero sé que no tendré tiempo durante el día para conseguir la pastilla, sabiendo que Travis estará pegado a mí.

Sé que estoy con las anticonceptivas pero también sé que, conmigo, no cumplen esa función sino la de mantener mis hormonas desastrosas más reguladas, así que sé que puedo tomarme el anticonceptivo de emergencia.

Mis pensamientos se disparan y sé que he sido idiota al dejar que la calentura se superponga a la lógica pero es tarde, así que apresuro el paso hasta llegar a la farmacia de veinticuatro horas, para conseguirla.

—Hola— con algo de nerviosismo, me acerco a la farmacéutica y le pido la píldora. Ignoro la expresión en su rostro, juzgándome por mí irresponsabilidad, porque ella no sabe nada sobre mí y, todavía en la calle, me leo rápidamente el instructivo, antes de llevar la pequeña píldora a mi boca y tragarla.

Sé que no es mágica pero el alivio en mi pecho al saber que estoy previniendo un embarazo me hace sentir rara. Especialmente, porque es algo que siempre quise y ahora lo estoy evitando. Sin embargo, no es el momento, Travis no es la persona y mi mente está demasiado inestable como para ser madre ahora.

Aun no supero la perdida de Evi como para pasar por eso de nuevo.

Apuro mi paso al edificio tras deshacerme de la caja en un cesto de basura y abro la puerta del departamento con manos temblorosas.

—¿Dónde demonios estabas?— El enfado mezclado con preocupación del hombre me sobresaltan, especialmente por mi intento de entrar en puntillas de pie.

Luce como un león enjaulado y enfadado, a punto de atacar.

—Trav...

—¿En dónde demonios estabas, Adabel?— me pregunta con insistencia—. ¿Sabes lo mucho que me preocupé?

—Lo siento, yo... tenía que hacer algo.

—¿A las dos de la mañana?— cuestiona—. No voy a preguntar de nuevo, responde— cuando niego, dispuesta a buscar una excusa, entrecierra sus ojos—. Demonios, dime que no lo hiciste.

—Escucha...

—Dime que no fuiste a buscar pastillas para dormir.

—No, claro que no— carraspeo—. Sólo necesitaba algo de aire.

—Me estás mintiendo— gruñe—. Esto es sencillo, Adabel, o me dices qué demonios estabas haciendo o te llevaré al hospital para saber si tomaste algo.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora