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Travis

Karma está de mal humor y yo también. La llamada con Adabel me dejó un sabor amargo y la sensación de malestar no me abandona el resto del día.

No lo dije de buen modo, pero dije lo que realmente pensaba. Quizás el tono enfadado lo hizo dramático, pero —internamente — siempre supe que Adabel quiere ser madre, no formar una familia. Algo de ella sola, algo... sin mí. Sus planes, en realidad, no me incluyen.

Suelto una risa seca y me froto el rostro.

Siempre quise ser padre, formar una familia y creí que con ella lo había conseguido, que ambos estábamos en la misma página y que no tendríamos estos problemas estúpidos.

El hecho de que estemos a cientos de kilómetros de distancia no ayuda ni un poco. Me ponía nervioso que estuviera en Alemania sin siquiera saber que estaba embarazada y ahora que lo sé, el sentimiento es peor. Como un león enjaulado, así me siento.

Sé que debemos hablar, pero decido esperar. Todavía tengo sentimientos encontrados con la charla que tuvimos y no sé qué demonios esperar de esto.

Karma me gruñe a unos metros y yo no estoy de humor para soportar sus histeriqueos, así que me voy. Tampoco me quedo con los leones. Una vez que termino de alimentarlos, me quedo en el edificio y me pongo al día con todos los papeles.

No salgo de allí hasta las siete de la tarde, que me fumo un cigarrillo. No debería, pero qué más dá. Me ayuda a calmarme un poco.

Luego, conduzco hasta el departamento.

Una vez allí, saco el teléfono de mi bolsillo y marco el número de Adabel. Sé que es casi medianoche, pero tenemos que hablar y también estoy seguro de que no está dormida.

No responde y la llamada va a directo a buzón.

Resoplo e intento de nuevo. Lo mismo.

Me debato entre llamar o no a Greg y decido que lo mejor es esperar a la mañana, porque seguro ella sí está dormida y quizás es lo más sensato, sobretodo si se pasó la noche anterior vomitando.

Intento mantenerme calmado y pensar en positivo. Vamos a solucionar esto como solucionamos todo entre nosotros: hablando y entendiendo que somos humanos, que cometen errores y que aprenden.

Me quedo en el sofá mirando una serie policial, aunque no puedo centrarme y apenas soy capaz de hacer otra cosa que no sea pensar en Adabel y en el hecho de que seremos padres.

Creo que ninguno de los dos estaba realmente arraigado a la idea de que funcionara el tratamiento a la primera.

Mi teléfono suena y lo miro rápidamente, creyendo que es Adabel, pero es Bruno.

—Hola —le respondo, desanimado.

—Hola, Travis — dice con entusiasmo —. Tengo dos cervezas, frituras y estoy en la puerta de tu edificio, ¿me abres?

—No estoy de ánimo, lo lamento —le digo, en disculpa —. Quizás otro día.

—Travis...

—¡Dile que abra! —dice otra voz, más lejana, que reconozco como Owen.

—En serio, chicos, no estoy de ánimo —insisto.

—Espera... ¿Qué sucede?

Suspiro.

—En serio que no quiero hablar.

—Este está mal por Adabel — escucho decir a Owen —.Abre la puerta, salvaje, que cuatro orejas escuchan bien.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora