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A pesar de que le digo que puede dejarme sola, que estaré bien y que no haré ninguna tontería, Travis no me deja.

Se dispone a que terminemos de ver todas las películas de Harry Potter aunque no le presto mucha atención. Mi mente es un desastre y el miedo por cómo él pueda tomar las cosas que dije, me persigue.

¿Qué tal si decide qué no quiere estar más conmigo?

Travis quiere ser padre, él mismo lo ha expresado y yo no puedo darle eso.

A pesar de que mi mente me juega malas pasadas, el león no me deja entrar en el bucle. Cada vez que ve que dejó de mirar la película, me pellizca o me molesta de algún modo para llamar mi atención.

—Presta atención, serpiente.

Lo cierto es que acabo por quedarme dormida. El cansancio mental me supera y me quedo dormida cuando Hermione le da un puñetazo a rubio soberbio con el que, según Travis, comparto casa.

Luego, siento que soy balanceada, hasta que me dejan sobre una cama y me cubren. Escucho la lluvia al otro lado de la ventana y siento que el sonido me relaja para dormir, aunque no me dura mucho.

Esta vez, no recuerdo exactamente qué soñé, pero sé que la voz de Braun me regañaba por la muerte de Evi.

Cuando abro los ojos, me encuentro con la mirada preocupada de Travis, que tiene sus manos en mis hombros. Esta vez, no tengo que ocultarme, no me deja salir de la cama y se limita a esperar a que me calme para hablar.

—¿Quieres un vaso con agua?

Niego.

Logro escabullirme al baño y mojarme el rostro, dispuesta a espabilarme y regreso al cuarto, donde el león está en el borde de la cama.

—Solo fue una pesadilla— le digo lentamente—. Estoy bien.

—De acuerdo.

—Lamento que te despertara.

—No importa— señala el costado de la cama donde estaba durmiendo yo y me observa—. Intenta dormirte de nuevo.

Asiento, pero camino hacia mi bolso de forma temblorosa, buscando las pastillas para dormir, aunque no las encuentro.

—¿Dónde...?

—No están allí— me dice Travis con calma—. Me mentiste, Adabel. Esas pastillas te las dio un médico hace más de un año, ni siquiera sabes si puedes seguir tomándolas— murmura. No me sorprende que lo sepa, porque sé que se lo dije entre todo lo que le conté en la noche.

—Travis...

—Son psicofármacos— me recuerda—. No puedes tomarlos como si fueran caramelos.

—Travis...— repito su nombre incapaz de añadir algo más.

—Los guardé— repite—. Intenta dormir sin ellos, si no puedes hacerlo, iremos a ver a un médico que te de algo acorde a quién eres ahora —determina y vuelve a señalarme la cama—. Vamos, Adabel.

—No puedes controlar mis medicamentos.

—Puedo— me observa con gesto obstinado—, y también controlar tus comida y lo que haga falta para que estés bien— me observa con los brazos cruzados y con expresión desafiante, masculla—: ¿Te metes en la cama por tu cuenta o lo hago por ti? —camino, con muchos sentimientos encontrados y me recuesto, dándole la espalda. Él se ríe y se inclina sobre mí para decir—: Tu enfado no me asusta, Adabel.

—No estoy enfadada— miento. Sí estoy enojada, pero no con él, sino conmigo misma.

—Como digas— ni siquiera se inmuta y me abraza—. Descansa serpiente venenosa.

Veneno | SEKS #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora