hace mucho caloooor y no porque estemos en verano.
Cuando llega el lunes, no estoy muy segura de cómo tratar las cosas. Pienso que ignorar a Travis podría funcionar... si fuera una cría de quince. Soy una mujer, más cercana a los treinta que los veinte y debo hacerme cargo de lo que pasó entre nosotros.
Cuando llego a la reserva, faltando un buen rato para que comience mi turno, suspiro. Alan está en el edificio destinado a los reptiles y me tomo unos minutos para hablar con él sobre las novedades sobre las serpientes.
Boa está mucho mejor desde que está tomando antibióticos y eso me hace sentir bastante bien. Antes de que Alan se vaya, preparo café y sirvo tres tazas. Pretendo llevarle una ofrenda de paz al león y además, quiero conocer el sector de los felinos, porque en toda la semana que llevo aquí no me atreví a ir.
Al menos el fin de semana terminó bastante bien y —siendo honesta— tener mi cabeza metida en el hombre me obligó a no pensar en las pérdidas del pasado. Ver a Gemma llorando por Skol también funcionó. Especialmente cuando Andrei y Nik se burlaron de ella por admitir su cariño por el animal, aunque yo pensé que había quedado más que claro cuando la rubia llenó la casa con pinturas del camaleón.
—¿Puedes quedarte aquí cinco minutos?— le pregunto al otro veterinario mientras le paso una de las tazas—. Necesito hacer algo rápido.
—Claro, Ada— me sonríe—. Aún queda más de una hora para que comiences tú, es temprano.
Le agradezco y salgo con las dos tazas de café. Él no pregunta nada pero me mira con curiosidad mientras camino la extensa distancia que me separa del sector felino. Una vez allí, observo el enorme alambrado que contiene esa parte de lo salvaje y visualizo a los cuatro leones frente a mí. Hay tres hembras y un macho, con una melena abundante que me recuerda a Travis.
—Qué arrogante— mascullo cuando el animal sacude su cabellera.
Me ignoran por completo y yo paso al sector donde hay un tigre mayor, con cabello canoso y más allá, un espacio donde no parece haber ningún animal.
Me quedo cerca de un árbol y miro todo con admiración mientras me alejo hacia el edificio donde se supone que está el cachorro. Una vez allí, me las ingenio para golpear la puerta y sostener ambas tazas y la voz masculina del hombre resuena.
—¡Pase!
Abro la puerta, notando que el lugar está iluminado de forma completamente diferente al mío y lo veo detrás de un escritorio, con varias planillas médicas de los animales.
—Hola— no sonrío, pero una mueca leve llena mis labios y camino con decisión hacia él—. Te traje un café, aunque probablemente ya esté frío.
Me mira con sorpresa y una sonrisa amplia cubre su rostro.
—¿Me has traído un café?— sorpresa tiñe su voz—. ¿Tiene veneno?
—Solo es café— digo con algo de molestia—. Creí que... no lo sé. Solo es un maldito café.
No suelo ponerme nerviosa alrededor de los hombres pero ciertamente Travis me hace sentir un poco ansiosa. Tiene un humor ligero que, para alguien demasiado susceptible, puede ser un problema.
—Gracias— se acerca a mí y yo decido acortar la distancia para extenderle la taza y él me da un repaso visual—. Es extraño verte con ropa de trabajo cuando te he visto desnuda.
—¿Sugieres que me quite la ropa?— bromeo.
Los ojos marrones se le oscurecen y se lleva la taza a los labios. Luego, responde:
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Veneno | SEKS #4
RomanceSERIE SEKS, LIBRO #4 Adabel Pavlov es veterinaria, especialista en serpientes. Cuando la contactan de una reserva ecológica en la misma ciudad el resto del Clan Pavlov vive, decide que es momento de reunirse con su familia y, en el proceso, reconect...