*deposite aquí sus lágrimas de lectora para que pueda tomar mates, muchas gracias*
—Se llama Kiwi, ¡Dime si no es precioso!— el entusiasmo de Marianne al mostrarme al pitbull que consiguió con Travis, en el refugio, me hace sonreír.
Me fui de la plaza donde me encontré con mi hermano hace unas horas y me quedé vagando por el centro, hasta que el león me llamó, preguntando si todo estaba bien y me dijo que la sádica había conseguido un amigo.
—Dime de nuevo, ¿Por qué lo has nombrado Kiwi?
—¡Mira su pelaje! Se parece a un kiwi— yo me río ante su lógica y me pongo en cuclillas para observar al can, que no deja de mover el rabo, agradecido por las caricias. Eso es lo que tienen los perros, son rescatados y agradecidos de por vida.
—Tienes un amigo leal— murmuro—. Cuídalo y mantente al día con sus vacunas.
—Lo haré— sonríe—. Travis dice que tiene cuatro años, pero que está saludable. Es un poco reactivo con los gatos, pero no hay en mi vecindario.
—Ada, ¿Estás lista?— la mano del león se posa en mi espalda baja y el can comienza a salivar con ansiedad—. Eres un perro bonito, Kiwi.... Aunque tu nombre es feo.
—Travis, no seas grosero con mi nueva mascota— se queja Marianne.
No mucho después, ella se va con su nuevo perro que luce feliz y devoto a ella. Sonrío, sabiendo que, quizás Marianne no salvó al mundo ni impidió una guerra pero le está dando una mejor vida a un perro que fue abandonado por sus anteriores dueños y eso se siente como un mimo a mi alma veterinaria.
—Pensé que podríamos tener una cena agradable y que me cuentes cómo fueron las cosas con Andrei— dice con relajo, mientras caminamos al Jeep—, ¿Qué opinas?
—Si, está bien— fuerzo una sonrisa y frunzo el ceño tras darme cuenta de eso.
No sé cuándo fue la última vez que forcé una sonrisa para él.
—¿Estás bien?
—Sólo estoy un poco cansada— me excuso, mientras me acomodo en el asiento del coche.
—No, es algo más— determina, encendiendo el vehículo—. Dime.
—Estoy cansada— repito.
—Llevas extraña desde anoche— comenta.
—Esas cervezas estaban rancias— bromeo. Él no se ríe y yo me inclino más cerca para poner mi mano tras su cuello, distrayéndolo.
—Te conozco y, aunque creas que todos los hombres pensamos con la polla, no vas a hacer que deje de pensar en que algo está mal, Adabel— murmura—. Es mejor si me lo dices.
De nuevo, fuerzo una sonrisa.
—Estoy cansada.
Aprieta los labios, sin decir nada y niega.
—De acuerdo, si así quieres jugar...— detiene el Jeep en un semáforo y me observa—. ¿No vas a decirme?
—No sé qué quieres que diga.
—¿Estamos de nuevo en el inicio?— cuestiona—. Preguntas esquivas, fingir que no comprendes lo que te digo... ¿De nuevo a eso, cariño?— no usa el mote como una expresión cariñosa, sino como un reclamo.
—Sólo... es una época del año complicada, no quieres saberlo.
—No te preguntaría si no lo quisiera.
Me muerdo la lengua, negada a hablar. Hay días donde es más difícil hacerlo y hoy se me hace imposible con él.
—Podemos charlar en la cena.
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Veneno | SEKS #4
RomanceSERIE SEKS, LIBRO #4 Adabel Pavlov es veterinaria, especialista en serpientes. Cuando la contactan de una reserva ecológica en la misma ciudad el resto del Clan Pavlov vive, decide que es momento de reunirse con su familia y, en el proceso, reconect...