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Mire al hombre frente a mi con impaciencia mientras fruncía el ceño ante su silencio. Hace apenas unos cinco minutos había llegado junto a el y mas de la mitad del tiempo se había quedado callado. Se negaba a decirme algo mas de mi maldición o sobre Ellie, mucho si de alguna forma podía desasearme de esto. 

─No dirás nada? ─ cuestione con la voz baja, casi a susurros y es que sentía que esto era mas grande que yo, que no podría controlarlo. ─No lo entiendes verdad? Es mi derecho saber que esta pasando conmigo y mis amigos, tu no eres el que se levanta con dudas a la primera hora en la mañana, ni quien se acuesta pensado en las miles de posibilidades que existen. 

─Lo entiendo, pero...

─No! ─Alce la voz, llevando mis manos a mi cabello para jalarlo ligeramente ─ Quiero saber, tengo derecho a saber! Es mi vida y estoy harta de siempre estar corriendo en circulas, de no ser normal... durante años busque una respuesta o alguien que supiera que esta mal conmigo y cuando por fin lo hago, se niega a contarme algo.

─Se que es estresante, lo había visto en primera mano con Ellie pero tienes que ser paciente ─ trato de calmarme, mas yo simplemente negué con la cabeza sintiendo mis manos temblar y las lagrimas caer de mis ojos. 

─Es que no lo entiendes─ murmure mientras una sonrisa temblorosa se dibujaba en mis labios. ─ Creo que encontré a mi elegido...

El silencio reino en el lugar, mientras mi sonrisa llena de ironía iba cayendo poco a poco en mil pedazos. Mis brazos se cruzaron y fueron posados en mis hombros, tratando de reconfortarme a mi misma como lo hacia en el pasado en la oscuridad del baño de Cecilia. Pero no funcionaba, mis brazos no dejaban de moverse como si tuviera frio, mientras el salado sabor de lagrimas era probado por mis labios. 

─Yo... Ignis dio un punto que nunca había pensado y tampoco te conté ─ susurre cuando pensé que mi voz no se rompería en mitad de la frase. ─ Desde hace ya muchos años estuve teniendo horribles ataques, en donde algunos de los síntomas era la falta de oxigeno y dolores de cabeza. Pero desde que inicie el viaje... estos fueron incrementando, se hicieron tan fuertes que hasta desea mi muerte. Nunca se calman y nadie puede tocarme porque siento como si estuviera ardiendo en fuego.

─Son efectos secundarios por no estar con tu protegido ─me interrumpió el anciano, mientras yo asentía, dándole la razón, mas no me calle y continúe.

─ Pero hay una excepción. Yo ─ me quede en silencio durante unos segundos para después de suspirar. ─ La razón por la que aun no caí en la locura por ellos es que hay alguien que puede calmarme. 

Levante mi vista de mis brazos y lo mire directo a los ojos, notando como el señor Cid tan solo se quedaba callado esperando a que continuase. Pero por su mirada, podía notar que ya se esperaba quien era esa persona. 

─El principe es el único que puede calmarme, el único que puede acercarse y tranquilizarme sin sentir que estoy en el infierno quemándome. ─ Explique sintiendo como sus arrugadas manos pasaban por mi cabello, acariciándome y tratando de calmarme. ─Es el aire que me falta cuando estoy en el fondo del mar, la tranquilidad en medio de todo el caos, la luz al final del túnel... y eso es lo que mas me asusta. Durante todos estos meses me hice la ciega, la que no entendía lo que posiblemente ocurría por miedo...

─Miedo a que─ insistió el señor Cid para que siguiera, y es que a este punto ya no le estaba contando, sino desahogándome todo este estrés.

─De perderlo... no quiero que muera ─ me sincere agarrando la chaqueta, la cual se encontraba en mis hombros, del principe con mis manos temblorosas.  Antes de ni siquiera haber desaparecido de sus vistas, el se había acercado trotando a mi y me dio su chaqueta usando el frio de la noche como justificación. ─Desde que me entere de que en mis manos dependía la vida de una persona, pensé que seria un completo extraño para mi, que solamente haríamos el contrato y ahí acabaría todo. Estaría únicamente en los momentos que mi elegido me necesitaría, pero él... él es diferente, yo lo quiero. 

Final Fantasy XV [Noctis y Tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora