XLIV

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Me senté en el sofá cansada mientras levantaba la música de la radio y cerraba los ojos, escuchando la suave melodía que tanto me gustaba. Hace algunas horas había terminado mi día escolar y tan pronto llegue a nuestro departamento, me había puesto a limpiar, tratando de arreglar la casa antes que llegase mi madre de su día de trabajo, y mi hermano de su entrenamiento.

Estaba mirando un punto fijo en el techo, recordando el día de hoy. Recordando los fuertes dolores en la escuela, justo en medio del día mientras estaba en mi clase de matemáticas. Cada vez estos empeoraban, pero lo peor de ellos era que no podía mantener una vida normal, a veces me perdía de clases importantes por una visión. Una que en mi opinión tomaba solo unos pocos segundos, pero en realidad tomaban muchos minutos.

Visiones borrosas de gente que no conocía, de lugares que nunca había llegado a conocer o había visto en fotografías. Mi mente estaba llena de ellas, logrando desesperarme y hasta llegar en clases a jalarme del cabello intentando pararlas, intentando parar el dolor de cabeza que estas conllevaban.

Me pare del sofá y camine hacia mi mochila, sacando una vieja libreta color negra para abrirla en la fecha de hoy. Mi letra en todas las paginas se veía grande y desordenada, como si hubiera escrito en un momento de desespero. Pero la verdad no podría estar mas lejana que eso.

Me la pasaba en los recreos sola, en uno de mis salones almorzando lo que mi madre me había hecho. Pero mi concentración no estaba en mi comida, tampoco en mis compañeros que estaban dentro, ni en los chistes que contaban o los pájaros cantar. Sino que se encontraba en mi cuaderno, siempre escribiendo las visiones que tenia en medio de las clases para evitar seguir repitiéndolas y distraerme.

Era un antiguo cuaderno que usaba para mi clase de historia en mi niñez, recién había empezado a escribir, por lo que aun se veía algo vació quitando el hecho de las paginas rayadas con enormes X, en donde había escrito lo que el profesor en esos tiempos me dictaba.

En total eran 13 paginas escritas con diferentes visiones en cada una, y cada día las leía una y otra vez, tratando de entender que tenían todas en común o porque las tenia. Mas el sonido de unas llaves contra la cerradura logro distraerme y con rapidez, guarde mi cuaderno en mi mochila. Me pare del piso y mire a mi madre, quien se encontraba quitándose los zapatos del trabajo.

─Hola cielo ─ me saludo tan pronto me acerque a abrazarla.

─Mami ─ murmure sintiendo esa calidez y tranquilidad que solo ella lograba brindarme, la persona quien mas confiaba en este mundo. ─ Como fue tu día?

─Oh, como siempre, molestos clientes que piensan que porque soy mesera en un restaurante, automáticamente soy su sirvienta ─ se quejo, gruñendo de un poco para después soltar un largo y cansado suspiro. ─ Mejor dime como te fue en tu examen de ciencias?

─Sobre eso... ─ susurre mordiéndome con fuerza el labio, evitando así soltar lagrimas de la impotencia. ─Yo reprobé.

─Pero estudiaste y desvelaste muchos días para poder sentirte lista para el ─ hablo la pelirroja falsa, ya que su cabello estaba pintado. ─ Pensé que habíamos quedado que menos de 80 ya no era una opción, mucho menos reprobar un examen o materia.

─Lo se pero....

Mire a mi madre a los ojos, mostrándole mi angustia y ella automáticamente agarro la palma de mis manos para abrir mis puños cerrados. Sus ojos se cerraron mientras fruncía el ceño llena de angustia a verme.

─Volvió a pasar? ─ pregunto, mientras asentía ligeramente con mi cabeza. ─ Cariño, habíamos quedado que si eso llega a pasar, si vuelves a tener una visión, lo ultimo que debes hacer es clavarte las uñas en la palma de la mano.

Final Fantasy XV [Noctis y Tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora