EL DAÑO YA ESTÁ HECHO

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  De manera inconsciente, ese día Valentina había elegido falda en vez de pantalones. La falda era del mismo color que los pantalones que usualmente usaba. No se las ponía a menudo, de hecho no recordaba si las había utilizado alguna vez, lo que sí recordaba era a su madre Victoria colocándolas en su guardarropa, alegando que no todo el tiempo debería ponerse pantalones y que debía intentar ponerse una de esas faldas algún día. En cuanto vio su imagen reflejada en la puerta de cristal de la entrada del hospital, fue que se dio cuenta que la traía y del porqué la traía. Valentina quería causar una buena imagen ante Juliana, de alguna manera quería provocarla también, quería descubrir si ella también podía tener ese tipo de efecto en la ojimiel.

  Bueno... es cierto que se arrepintió en cuanto se vio, pero era demasiado tarde, ya no podía regresar. Mientras subía las escaleras hacia el salón, se recriminaba, ella en vez de eso lo que debía hacer era poner distancia entre las dos, el beso había sido increíble, había vivido la mejor de las experiencias, había descubierto el sabor de algunas cosas que científicamente no deberían tener ningún sabor, pero ya, hasta ahí. En el insomnio de la noche anterior había llegado a la conclusión de que no podía dejarse llevar. Juliana y ella no estaban hechas la una para la otra, no estaban destinadas y si tenía que dejárselo claro para que la dejara en paz, pues lo haría y punto pero... pero todo se fue a la mierda en cuanto la vio, ahí, sentada como una niña buena en el puesto que ella le había asignado el día anterior, puntual como le prometió aquella vez que llegó tarde.

  Sus deseos de mantener la distancia con respecto a Juliana se fueron al carajo en cuanto está se dio la vuelta y clavó su mirada amielada en la azulada de ella. Esa mirada que ahora la veía de forma diferente. Mirada dulce y tierna a los ojos de los demás, pero bien sabía que no era así, la había estudiado bien todo el tiempo que llevaba conociéndola y detrás de esa falsa ternura había algo más, había deseo y una pizca de posesión, pues los ojos de Juliana la estaban mirando de manera posesiva, como si la estuviera reclamando, como si le estuviera diciendo que ella era solo para Juliana y que Juliana quería más. La miraba como un ladrón ve a otro ladrón cuando están frente al mundo y acababan de hacer una fechoría, con complicidad y descaro, pero un descaro que solo ellas sabían, como si le estuviera guardando un secreto, el más dulce de todos los secretos, ese secreto que permanecería oculto siempre y cuando Valentina también supiera guardarlo. El beso que se dieron, las confesiones, el llanto desconsolado, las sensaciones que sintieron y los sentimientos que comenzaron a descubrir desde ese primer beso.

  Al Valentina pasar por el lado de Juliana, esta intentó rosar sus dedos con los de ella, pero esta se dio cuenta y por más que quisiera volver a experimentar lo bien que se sentía tocar a Juliana, pues se apartó sutilmente, dejando a Juliana confundida y sintiendo una leve punzada en su pecho.

  Pero ya conocemos a Juliana y por muy afectada que ese gesto de Valentina la hubiera dejado, no fue suficiente para afectar las esperanzas que besarla le habían generado. Juliana era inteligente, sabía que lo que le pasaba a Valentina, sabía que estaba dudando, había leído mucha literatura romántica, sabía que después de todo primer beso venían las dudas, la incertidumbre y él no saber si seguir adelante o no. Ella resolvería ese pequeño inconveniente en cuanto se quedara a solas con la ojiazul. Tenía un as bajo la manga, o como diría ella, una lengua y unos labios que hacían maravilla y s los cuales Valentina no se podría resistir, lo sabía porque la noche anterior lo había comprobado, en cuanto la volviera a besar las dudas se le irían al carajo. En ese sentido, sobre todo de los besos, Juliana era my segura de sí misma.

  Cada que Juliana tenía la oportunidad de encontrarse con los ojos de Valentina, esta, de manera juguetona le lanzaba besos, le sonreía y le miraba con descaro sus piernas desnudas, haciendo con eso que la chica se pusiera colorada de la vergüenza, descontrolando su pulso cada dos por tres, y también haciendo gestos raros con sus piernas, cruzándose de ellas disimuladamente como si estuviera conteniendo sentir los impulsos que su palpitante sexo le enviaba a su cerebro. Juliana sonrió para sus adentros, conocía el acto, lo que no sabía era el porqué Valentina reaccionaba como si no supiera disimularlo bien del todo.

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora