EL PESO DE LA CULPA

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Valentina-amor, amor por favor detén el auto—llevaban más de media hora de camino. Habían salido a toda velocidad de la iglesia, siendo perseguidas por varios autos de la seguridad del perímetro que Juliana con su astucia y conocimiento de esa aérea de la región había logrado despistar, pero Valentina la conocía tanto que había advertido el tormento en su mirada y en la manera de actuar, que no pudo evitar sentir que algo no estaba yendo bien con ella, entonces las palabras de su madre hicieron estragos en su mente al recordar que si bien ella seguía sana y salva, no quería decir que alguno de los miembros de su familia también lo estuvieran.

Su preocupación aumentó e insistió mucho más en que detuviera el auto llevando su mano al brazo derecho de Juliana haciendo presión sobre este, logrando esta vez sí llamar la atención de su atormentada mujer.

Juliana-no podemos detenernos ahora Valentina—Valentina hizo más presión sobre su brazo, pero solo logró hacer que Juliana llevara las agujas del contador de millas hasta el fondo. Valentina temía por la vida de ambas ya que la velocidad a la que Juliana conducía no era legal, mucho menos segura ya que este parecía que se estamparía en cualquier momento contra uno de los separadores de la carretera—¡Deja de apretar mi brazo Valentina carajo! ¡Es qué acaso no entiendes la gravedad de nuestra situación?!—La ojimiel no estaba tendiendo control alguno sobre sus palabras, ella tampoco parecía tener el control total del auto, ni siquiera estaba segura de tener el control absoluto de su cuerpo, por lo que Valentina tuvo que tratarla de la misma manera. Sostuvo con mucha más fuerza su brazo y también le gritó.

Valentina-¡Que pares el puto carro Juliana! ¡Deténte de una maldita vez!—Juliana lo hizo, frenó abruptamente logrando con eso que el auto derrapara varios metros, haciendo que ella tuviera que sostener el timón con mucha más fuerza para no perder el control total de este antes de estrellarse contra uno de los postes eléctricos que aún seguían estando en la carrretera.

Juliana tuvo unos segundos de lucidez, segundos que fueron suficientes para que se diera cuenta de la situación en la que se encontraba y de a lo que su actitud o estado de ánimo atormentando las había llevado. La ojimiel con sus manos se aferró al volante y pegó su frente a él. Segundos después comenzó a llorar desconsoladamente, convulsionando y sollozando sin control.

Definitivamente la ojimiel no estaba bien y a Valentina verla así de afectada la destrozaba, la hizo confirmar que lo que le sucedía a Juliana y el estado de esta no solo se debía al susto que había supuesto verla parada frente a Brenda en el altar.

La rodeó con sus brazos, sostuvo su caída mientras le besaba con ternura sus cabellos y le susurraba tiernas palabras de apoyo.

  El dolor de Juliana era el de Valentina aún si ella no supiera a qué se debía, pero a pesar de sentir las mismas ganas que ella de romperse, la ojiazul no lo hizo, se mantuvo fuerte para su niña todo el tiempo que esta necesitó y, cuando esta se sintió con las fuerzas suficientes para al menos levantar su cabeza, lo primero que hicieron sus dulces ojos fue buscar los ojos de su amada.

  Lo que Valentina vio en los ojos de Juliana la aterrorizó mucho más. Los ojos de Juliana no tenían nada de esa dulzura que siempre destilaban estuvieran triste, enojada o destrozada. En las bolas amarillas había un dolor que nunca había visto. La agarró con fuerza echándosela a sus brazos con desespero, con necesidad de hacerle saber a través de un abrazo lo mucho que le dolía verla así, de lo mucho que lamentaba cualquier maldad que su madre le hubiera hecho, porque si había algo que Valentina tenía seguro era eso, era que si Juliana estaba así era por culpa de Victoria.

Minutos después la tomó de las mejillas, unió su frente a la de ella, le dió un tierno y fugaz beso que Juliana fue incapaz de corresponder, y luego hablarle con la misma dulzura con la que la había tratado todo ese rato.

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora