TRAUMAS Y DEMONIOS

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  El corazón de Río se aceleró y no permitió que su conciencia lo reprendiera porque él había soñado ese momento por mucho tiempo, porque a pesar de decirse una y otra vez que ella no cumpliría su palabra, muy en el fondo sabía que Juliana nunca había faltado a ella, que lo quería de verdad y que era muy importante para su hermana.

  La ojimiel le sonrió con ternura y lo alentó a seguir. Él tomó una gran bocanada de aire y sin dejar de mirarla comenzó nuevamente, guardó la nota en su bolsillo y dejó que su corazón tomara el control de sus palabras, dejándose arrastrar por las emociones que causaban la presencia de esa mujer que había regresado del paraíso al infierno solo por él.

Río-siendo realmente sincero, debo confesar que si de alguien tengo que sentirme agradecido es de mi familia—apartó su mirada de ella por instante para dirigirse a la cúpula del perímetro que se habían sorprendido pues ellos le dejaron claro que el agradecimiento principal debía ser para ellos—también estoy agradecidos con ustedes, pero no tiene nada que ver con el apoyo de mi familia—volvió a mirar a Juliana y luego a Miguel que no entendía el cambio tan brusco en su discurso—al hombre que me crió y me educó, ese desconocido que me acogió en su hogar haciendo que sintiera por primera vez que pertenecía a algún sitio... Miguel, muchas gracias—el hombre sollozó y lagrimeó sin poder contenerse, pero no se odió por eso como tantas otras veces. Rio miró a Juliana y con las lágrimas al borde continuó—especialmente quiero darle las gracias a mi chica, esa chica que fue capaz de verme cuando nadie nunca había sido capaz de hacerlo, esa que hasta día de hoy a cumplido cada una de las promesas que me ha hecho, a mi ejemplo a seguir, ese espejo en el cual puedo mirarme, a mi heroína, a Juliana Brown, la hermana que todo ser humano desearía tener—alzó su título al cielo y sin dejar de llorar habló—esto es de ustedes dos, se los dedico y... quiero... quiero que sepan que los amo y... y que son... que son lo más importante para mi... gracias familia.

  El lugar se llenó de aplausos, sin duda alguna Río había logrado tocar a alguno de los corazones más fríos de ese sitio y su menosprecio al perímetro quedó en segundo plano, pues la mayoría de los presentes eran habitantes de afuera del distinguido lugar y la historia del chico pobre y sacrificado había logrado hacerse mucho más importante que cualquier otra cosa.

  En cuanto Río bajó del escenario fue en busca de Miguel. Necesitaba abrazarlo, en ese momento más que nunca pues llevaba tiempo sin hacerlo a pesar de verlo a menudo. El hombre advirtió sus intensiones así que también fue hacía él. El abrazo fue tan emotivo que Hernando que no le perdió la pista a Miguel, también se emocionó.

  El psicólogo presenció eso que hacía tanto tiempo no veía en aquellos dos, aquella vibra llena de ternura y del amor que no es carnal, de ese amor tan noble como el que siente un padre hacia un hijo, hacia una persona que a pesar de no llevar tu misma sangre lo amas como si la tuvieran, ese gesto incondicional, ese acto de amor solo al alcance de las personas de buen corazón como el hombre del que aún seguía enamorado y del de su joven amigo al que había visto hacerse hombre.

  Sintió envidia de la buena y la imagen de su sobrina se coló en su mente, pues desde que la conoció quiso compartir con ella algo como eso, llegar a complementarse y a amarse al menos la mitad de lo que lo hacía Río con para Miguel, así que lloró, lo hizo por la emoción del momento y también porque extrañaba a Tokio y quería abrazarla, quería decirle que la quería como a una hija y que deseaba que ella lo llegara a ver a él como un padre algún día.

  Se llenó de valor, y con toda la confianza que hasta ese momento había logrado ganar de ambos hombres, se acercó para unirse al abrazo pero algo... o mejor dicho, alguien, lo interrumpió con su presencia. Se quedó boquiabierto y las lágrimas se descontrolaron mucho más. Frente a él estaba su amiga Juliana y... y su sobrina Tokio mirándolo con ternura y cariño, uno que jamás había visto en sus ojos y que lo hacía tremendamente feliz, el más feliz en ese pequeño instante.

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora