Sesenta días después:Juliana-que... que haces Val?—no obtuvo ningún respuesta—ni siquiera ha amaneci ¡Oh por Dios Valentina! ¡Vas acabar conmigo! ¡Ahhh!—exclamó en cuanto la juguetona lengua de su mujer penetraba su centro sin piedad
Valentina-puedo detenerme si es lo que deseas—dijo con malicia al salir de entre las piernas de su adormilada y recién despertada mujer. Juliana la agarró de la nuca para besarla desesperadamente
Juliana-que no se te ocurra parar ahora, por mi te lo pido—suplicó con la voz agitada y con la misma fuerza que había llevado a Valentina a su boca, hizo que los labios de esta volvieran al lugar donde antes se encontraban. Valentina sonrió victoriosa sobre sus labios vaginales y continuó con lo que estaba haciendo antes de que Juliana despertara.Hacían tan solo unas dos semanas que Juliana había accedido a que la ojiazul tuviera acceso a su cosita y, grande fue su sorpresa cuando Valentina comenzó a explorar su centro de una manera la cual ella no podía negarse a que no continuara. Se volvió adicta a la boca y la lengua de Valentina husmeando en su sexo y Valentina se volvió adicta a su sabor. Tan adicta que no había habido ni una sola mañana en la que no despertara a Juliana con el sexo oral más espectacular que alguna vez le habían dado a la ojimiel.
Y ahí estaba ella, con su cabeza entre las tonificadas piernas de su mujer dándole ese placer del cual Juliana se había privado tanto tiempo ya que solo Elena había encontrado donde estaba la fuente del placer del centro de Juliana.
Cada que Valentina se lo hacía experimentaba algo nuevo, descubría otro punto erógeno en su mujer y era la sensación más maravillosa. Le encantaba que los gemidos de Juliana llevaran su nombre y le enorgullecía haber podido romper esa barrera en la ojimiel. Ella al principio se guiaba por las indicaciones de Juliana, pero pronto comenzó a andar sola por ese triángulo sagrado el cual le regalaba los mejores sabores con cada lamida, succión, mordida o beso.
Juliana-¡Ahhh! ¡Ohh así!... así Val—gemía la ojimiel mientras sus dos manos se aferraban con fuerza a la cabeza de su ya no tan inocente instructora—Valentina comenzó a penetrarla con su larga lengua una y otra vez sin parar, haciéndolo cada vez con más precisión, con más ganas, con esas locas ganas de llegar hasta el fondo de su alma tan solo con su lengua pues si algo había descubierto en la ojimiel era que no le gustaba que utilizaran los dedos para darle sexo oral, pues si era un oral solo se podía utilizar la lengua, la misma palabra lo decía y la entendía pues Juliana cuando se lo hacía a ella no utilizaba ninguno de sus dedos a menos que fuera ella misma la que se lo pidiera, y no había tenido la necesidad de pedírselo tantas veces. La lengua de Juliana era suficiente, mucho más que suficiente. Única.
Juliana se retorcía de placer mientras Valentina con sus dos manos la tomaba de las nalgas para alzarla un poco más y que su boca tuviera más acceso a esa fruta sagrada. Juliana le dejaba claro cuanto lo estaba disfrutando entre jadeos y palabras un tanto oncenas, las cuales no ofendían para nada a Valentina ya que Juliana le había explicado y ella había entendido que todo lo dicho durante el acto sexual, en el acto sexual se quedaba. La realidad era que a Valentina no le molestaban esas palabras, a ella misma se le iban sin querer y con el tiempo se había acostumbrado a que su mujer era así, vulgar, perversa, descarada, libre a la hora de tener sexo y la había liberado a ella, le había y le estaba enseñando todas las facetas del sexo que a ella le gustaba y el cual practicaban, un sexo sin inhibiciones de ningún tipo, uno real, brutal, crudo y apasionado, liberal y placenteramente salvaje, pues pobre de todo aquel que a la hora de tener sexo se limite en alguna cosa. Muy distinto sería que uno de los amantes no estuvieran de acuerdo en alguna cosa, pero Valentina estaba de cuerdo con todo lo que le hacía Juliana y viceversa. Ambas se sentían plenas en el aspecto sexual y cada experiencia era un nuevo inicio, una nueva forma, cada vez se inventaban y se descubrían más. Tenían menos de treinta años, les quedaba bastante tiempo para seguir aprendiendo el arte de dar y recibir placer.
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HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)
FanfictionDa igual de que manera estuvieran destinadas a ser en esta vida, lo estarían al fin y al cabo y ellas... Ellas morirían felices porque estaban seguras que en esa otra vida irían a buscarse y, en esa si, en esa si que se harían felices y cumplirían t...