LAS CHICAS RUDAS NO LLORAN

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Juliana quiso seguirla, de hecho lo intentó, pero la castaña no había bebido por horas, así que por mucho que la ojimiel intentó no perderle el rastro, esta fue mucho más rápida y se perdió de su campo de visión en cuestiones de segundos.

Resignada decidió regresar al bar, estaba muy confundida, también estaba enojada tanto con ella como con esa Valentina que no conocía. Algo la atormentaba y no sabía ni podía en ese momento poner en cotexto lo que acababa de ocurrir. La Valentina de la que ella se había enamorado jamás la hubiera tratado de esa manera tan extraña. O sea, sabía que la ojiazul era celosa, pero jamás había llegado a tales extremos. Esta mujer había sido violenta e intimidante, esta mujer parecía loca y atormentada.

Definitivamente tenía que permitir que Hernando la pusiera al día de lo que había sido la vida de la ojiazul porque algo muy grave debía de haberle ocurrido para que se convirtiera en ese... en ese ser monstruoso que acababa de tener frente a ella. Era triste, era duro y doloroso aceptarlo, pero no sintió a su Valentina por ningún lado, no reconoció sus caricias, no sintió ese beso, sus labios no la recibieron como siempre había sido, su vibra era totalmente distinta y, aunque sintió deseo y placer, no encontró el amor por ninguna parte. No es que lo estuviera buscando, porque encontrarlo le traería graves consecuencias, pero le preocupaba el hecho de no haberla sentido en ningún momento. Definitivamente le habían cambiado a su Valentina.

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Se acercó a la puerta de la habitación del chico. Se tomó unos minutos para observarlo, para admira su perfecta figura, para advertir en lo que el tímido chico al que le había roto el corazón se había convertido. Por alguna razón había llegado a la conclusión de que si Juliana había insistido en que ellos conversaran e hicieran las paces, era porque tenía la esperanza que al hacerlo ellos finalmente estuvieran juntos. Por ende, supo que ese regreso también tenía que ver con el hecho de que Juliana no tenía ninguna intensión de marcharse con ella.

Aunque le hubiera gustado que hubiera sido sincera, en ese momento no tenía porque reclamarle nada porque desde que se había reencontrado con Río sintió deseos de quedarse, de recuperarlo y enmendar su error. Ella amaba la vida aventurera que llevaba con Juliana, pero sin duda estaba tan cansada como su amiga de huir, estaba cansada de esconder lo que sentía y quería darse una oportunidad.

Deseaba lo mismo para la ojimiel, pero las diferencias entre ellas era que su amiga no tenía hacía donde ir, no tenía un refugio donde sintiera que ya no necesitaba huir. Las palabras de Juliana le habían llegado tanto que ahí estaba, espiando a Río mientras este preparaba su cama.

No se lo pensó más y entró, lo intentaría con él porque si dos años de distancia no habían sido suficientes para olvidarlo, dudaba que algo más lo hiciera
Río-qué haces aquí Tokio?—dijo sin mirarla pues había sido consiente de su presencia desde antes que ella entrara
Tokio-vengo a hablar contigo—él agradeció que estaba de espaldas a ella pues no sabía como mirarla sin que sus ojos reflejaran el inmenso amor que aún sentía por ella, ese amor que había logrado esconder en lo más profundo de su ser.

Río-tu y yo no tenemos nada de que hablar—trató de ser lo más convincente posible pero sabía que no lo había logrado. Seguía de espaldas a ella y entonces Tokio acortó la distancia que los separaba colocándose a solo un respiro de él. Literalmente Río podía sentir la respiración agitada de ella en su nuca
Tokio-deja de fingir Río, ambos sabemos que esa actitud es solo una máscara que estás usando para hacerme creer que no sientes nada por mi—Río suspiró enojado. Se sentía enojado porque él no deseaba quererla, porque quererla y haber expuesto sus sentimientos le habían hecho mucho daño—al menos ten el valor de mirarme, mírame Río, a que le temes?, estoy aquí, puedes decirme lo que quieras, puedes escupirme en la cara lo mala que fui, este es el momento, o te acobardarás como siempre?, te acobarda...

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora