ES POR TU BIEN

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  Juliana estaba hecha una fiera, parecía una leona enjaulada y hambrienta. Los oficiales encargados de su protección, los cuales no la habían dejado salir del bar, habían perdido la cuenta de cuántos insultos y maldiciones habían recibido por parte de su protegida en todo ese tiempo que había pasado desde que ella les había avisado de la desaparición de Miguel.

  Hubo un grupo de ellos que habían partido hacía más de una hora a buscar a la líder de la región y a sus respectivos refuerzos para intentar encontrar al desaparecido.

  Juliana a parte de estar emputada, de querer romper a todo y todos a su alrededor, también sentía una angustia terrible, un miedo devastador y unas ganas locas de echarse a llorar como un bebé. La opresión que sentía en el pecho solo la había sentido días atrás cuando se encontró a Amazona tirada en medio de la carretera, y también cuando ella y Valentina estuvieron separadas y creyó que esta se había casado con aquel hombre.

  No quería decir con eso que Miguel había tenido que desaparecer para que ella se diera cuenta de cuanto lo quería porque el hombre siempre había tenido su cariño, solo que era la primera vez desde que lo había conocido que este estaba en peligro, la primera vez que sentía miedo a perderlo. El solo pensamiento de que eso pudiera pasar la hicieron llevarse las manos al estómago como intentado contener las terribles arcadas que esa terrible posibilidad le causaba.

  Su ira no había mermado ni un poco, pero con cada minuto que pasaba sin tener noticias, con cada segundo transcurrido sin hacer nada para rescatarlo, inevitablemente el miedo, la incertidumbre, las ganas de llorar y el dolor que se hacía más grande dentro de su pecho, le ganaba la batalla a su sed de venganza, dándole paso a una sensación de pérdida incontrolable, amenazando con quebrarla del todo y ponerla de rodillas frente a quien fuera, incluso frente a la persona que más odiaba en el mundo. Porqué si la vida de Miguel dependía de arrastrarse ante Victoria, ella con el dolor de su alma y, aún a expensas de no volver a recuperar su orgullo, lo haría sin dudarlo.

Río, Tokio y Hernando habían sido puestos al tanto y habían llegado al instante. Los tres estaban igual de desesperados que la ojimiel, también se sentían impotentes y temerosos por la situación, sobre todo Hernando, que hasta se le fue encima a varios guardias de su seguridad para poder salir del bar en busca de su hombre. Él sí que se había roto frente a todos sin ninguna vergüenza.

Le parecía injusto que estuviera pasando eso justo en ese momento en el que él y Miguel no podían estar mejor como pareja, ahora que Miguel le había pedido esa mañana mientras le hacía el amor que se mudara junto a él al bar, mucho menos cuando entre gemidos le había confesado estar totalmente enamorado de él, que también le había dicho que lo amaba y, que era muy feliz a su lado. Sí, era totalmente injusto que Miguel no estuviera, que quizá nunca estaría y, que él no le podría decir que también estaba enamorado, feliz, y que él era el amor de su vida.

La puerta del bar se abrió de manera abrupta llamando la atención de todos. Juliana que caminaba de un lado al otro, se dio la vuelta y la vió corriendo hacia ella de manera desesperada. Ella hizo lo mismo, y en apenas dos segundos estuvieron una en los brazos de la otra. Juliana se aferraba a Valentina con tanta fuerza que por un momento temió hacerle daño, pero para Valentina ese dolor físico no era comparado con el dolor interno que ella había sentido en cuanto uno de sus oficiales le dio la noticia.

Abandonó la sala de reuniones en la que se encontraba dejando a todos los presentes con la palabra en la boca. Sus guardias le habían asegurado que su mujer no corría ningún peligro ya que se encontraba protegida y el desaparecido había sido Miguel, pero a ella bien poco le había importado, ella necesitaba verla, tocarla, besarla, confirmar por ella misma que su niña estaba bien.

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora