Cuarenta y cinco días después:Había llegado el día que Valentina tanto había estado esperando, ese día en el que por fin le pondría fin a su encierro, ese puto encierro al que su propia madre la había condenado aún sabiendo que era imposible que ella hubiera contraído el virus. Había pasado cuarenta y cinco putos días y cuarenta y cuatro noches anhelando ese día. Se torturaba a cada hora, a cada minuto maldecía su maldita existencia, de esa puta cruz que cargaba por el simple hecho de llevar la sangre de sus ancestros, esos que estaban destinados a liderar la región del Sur Oeste Americano, la maldición de su desgraciada descendencia, la desgracia de haber sido la mayor de tres hermanos.
Ella había tenido tiempo para pensar, demasiado tiempo para idear y planificar el rumbo que quería que llevara su vida a partir de que pusiera un pie fuera de esa cárcel. Algunas veces se derrumbaba, otras se venía arriba y creía que todo lo que quería podría ser posible. En realidad la mayor parte de su tiempo la empleaba en pensar en su novia, en esa dulce novia que seguramente creería que ella se había alejado de nuevo, entonces ese pensamiento la torturaba y la hacía caer en las imágenes más masoquistas. La imagen de Juliana con alguien más haciéndole todo lo que ya le había hecho a ella le quemaban el alma y la quebraban al punto de hacerla sufrir de severos ataques de ansiedad, una ansiedad que la dominaba hasta quebrantarla del todo.
También imaginaba a su madre torciendo el cuello de su novia hasta dejarla sin vida. Esos pensamientos eran aún peores, pues sabía de lo que era capaz su Victoria. Valentina había sido testigo de eso, aunque su cerebro intentara bloquear esos recuerdos, ella recordaba perfectamente de lo que era capaz la mujer que la había traído al mundo.
En todo el tiempo que Valentina estuvo retenida, no solo sufrió y cayó al suelo, también se levantó y se hizo fuerte, mucho más de lo que ya lo era desde el momento en que Juliana ingresó en su vida a darle otro color, a darle otro significado, uno que ella no sabía que necesitaba hasta que la conoció y le enseñó no solo su mundo y como lo veía ella, sino que le enseñó a ver el mundo de la manera que ella quisiera verla, a que le pusiera el color que ella quisiera pues como bien decía la ojimiel, la vida era solo una y sólo la misma Valentina era capaz de decidir como vivirla.
La instructora le dio muchas vueltas a las palabras de Juliana, había sacado muchas conclusiones, y sí algo tenía claro era que viviría, solamente eso, trataría de vivir, no se dejaría dominar nunca más por su madre. Estaba dispuesta a enfrentarse a ella las veces que fueran necesarias con tal de vivir su vida, esa que le habían quitado desde el día en que nació. En base a todo lo que había meditado en los últimos días, estarían basadas las decisiones que tomaría en cuanto pusiera un pie fuera de ese sitio. Solo esperaba que con respecto a Juliana no fuera demasiado tarde y que su ojimiel aún la considerara su novia y no creyera que ella la había abandonado.
Valentina había solicitado a su psicólogo Hernando, pero se lo habían negado alegando que el terapeuta podría contraer el virus. Ella sabía que era por decisión de su madre así que no tenía ninguna manera de hacerle saber a su amigo su situación, mucho menos a su novia de que estaba retenida en esa cárcel de aislamiento.
Apenas había amanecido cuando uno de los guardias le avisaba que podía irse preparando para su liberación. Una hora después ya estaba lista. Le habían entregado la ropa con la que entró ya que al llegar le pusieron el uniforme negro de una presa común.
Le abrieron nuevamente la celda y dos oficiales la acompañaron hasta la salida. En los cuarenta y cinco días que llevaba retenida no había podido disfrutar de la luz del día en su totalidad pues en su celda no habían ventanas, y en el único momento en que contemplaba los diminutos destellos del sol, era cuando la llevaban a los baños y por las pocas ventanas que poseía el lugar era que podía saber que era de día o noche. Su piel estaba mucho más pálida de lo normal debido a eso, su figura, su porte, su atlético cuerpo se había visto afectado también ya que había bajado considerablemente de peso y las uñas de sus manos más largas no podían estar.
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HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)
FanfictionDa igual de que manera estuvieran destinadas a ser en esta vida, lo estarían al fin y al cabo y ellas... Ellas morirían felices porque estaban seguras que en esa otra vida irían a buscarse y, en esa si, en esa si que se harían felices y cumplirían t...