MI NIÑA

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Un nuevo inicio de la jornada laboral daba inicio. Juliana no había vuelto a tener noticias de Valentina pero sus esperanzas seguían intactas. No eran las mismas esperanzas que tenía antes del incidente en el club, pero aún las resguardaba. Habían pasado cuatro días desde su furtivo encuentro. Cuatro días y cuatro noches pensando y rememorando ese momento en el que Valentina la reclamó a base de besos y caricias.

Al llegar al salón se dio cuenta de que ese día tampoco la vería pues era Río el que estaba parado delante de toda la clase. Desde que era el encargado de impartir las clases de la instructora Valentina, había decidido salir antes para ser el primero en llegar y así dar el ejemplo.

  El poco ánimo que tenía Juliana se vino abajo con fuerza. Estaba desesperada y temía cometer la locura que hacía tan solo unos días había cometido. Tokio se sentó junto a ella y solo fue consiente de eso cuando advirtió la cara de terror y desolación en Río.

Él seguía insistiendo en que ella le escribiera una carta a ella en su nombre y había aceptado, solo que no había tenido tiempo porque su cabeza estaba en otro lado, más concretamente estaba pensando constantemente en Valentina y un nuevo reencuentro. Juliana creía que las cosas habían cambiado y que finalmente Tokio habían perdido el interés en ella, pero una caricia sobre su brazo por parte de esta le hicieron saber todo lo contrario.

No le hacía falta confirmarlo porque estaba segura de lo que sentía, pero al sentir aquel roce pudo identificar algo parecido al asco y no porque la chica le pareciera desagradable, que también, sino porque no eran esas manos las que ella quería sentir, ni esa cercanía que compartía con Tokio, no era el aroma que ansiaba ni las caricias que necesitaba. Tokio no le despertó ni el más mínimo deseo y se sintió mal, muy mal de hecho, pues sabía que con todas las personas que se le acercaran sería igual, ella solo deseaba a un cuerpo y una mente.

Tokio se acercó a su oído y tan sensual como pudo le habló, todo eso sin dejar de acariciar sus brazos. Ella quería apartarse pero inconscientemente quería dejarla seguir para así confirmarse a más del mil por ciento que solo Valentina podía despertar deseó en ella que se quedó quieta sin poder moverse.

Tokio-eres tan sexy Juliana, me gustas tanto, me encanta todo de ti—la chica le mordió el lóbulo de la oreja y antes de que pudiera reaccionar un portazo seguido de una voz autoritaria que ella conocía bien inundó todo el salón.

Su primer instinto fue voltearse y luego al percatarse y confirmar que era ella tembló. Tembló porque finalmente la mujer de sus suspiró estaba frente a ella y, porque la miraba con frialdad y desprecio, la miraba como si la acabara de descubrir traicionándola y no era así, no lo era aunque sabía que la chica podría tener motivos para pensarlo. Acababa de ver a Tokio muy acaramelada con ella comiéndole la oreja.

Rápidamente se apartaron la una de la otra, como si Tokio en realidad supiera que se estaba metiendo con una mujer comprometida en otra relación, como si hubiera identificado la mirada de odio que Valentina le estaba dedicando.

Valentina estaba emocionada por volverla a ver, desesperada por llegar y tener su momento a solas para besarla como y cuanto quisiera. Prácticamente no había dormido esperando el amanecer. Incluso cuando llegó al hospital, mientras subía las escaleras su corazón comenzó a retumbarle en los oídos como si este supiera que Juliana estaba cerca, pero todo se fue a la mierda en cuanto abrió la puerta y la encontró ahí, tan persuasiva con Tokio, tan tranquila dejándose manosear por ella sin tan siquiera mover un dedo para quitársela de encima, como si lo estuviera disfrutando. Ardió en celos y su primera reacción fue dar un portazo y decir de manera casi autoritaria que se callaran porque el ruido le molestaba.

Al pasar por las mesa que Juliana estaba compartiendo con ella, se puso frente a ambas y sin mirar a Juliana se dirigió a Tokio con soberbia
Valentina-regresa a tu puesto—Tokio aunque temerosa la desafió, pues la receptividad de Juliana le había dado esperanzas así que intentaría luchar por ella sin importarle los sentimientos que estaba comenzado a sentir por Río, ignorándolos del todo aún a sabiendas de que le haría daño al chico
Tokio-este es mi sitio ahora, has estado casi un mes fuera, no me pue...—tanto ella como Juliana se estremecieron en cuanto las palmas de las manos de Valentina se estrellaron con fiereza sobre la mesa
Valentina-sal de mi clase
Tokio-¡Quee?!

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora