MIEDOS

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Elena había dejado muy aturdidas a las Juliantinas, haciéndose miles de preguntas que en sus estados etílicos serían difíciles de responder. Juliana estaba enojada claro está, pero Valentina estaba enojada y celosa, una mezcla maldita que podría joder la noche en cuestiones de segundos sí seguía dándole vueltas a la sorpresiva aparición de la ex de su mujer.

Aunque seguían tomadas de las manos, la tensión que sentían era más que vidente. Regresaron a la mesa donde estaban en compañía de sus amigos pero estos no estaban así que en silencio acordaron buscarlos para anunciarles que la noche para ellas había terminado.

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En cuanto Miguel se enteró que su hija e hijo en compañía de su nuera habían ido a pasarlo bien al club "Extasis", sus alertas se encendieron y automáticamente llegó a la conclusión de que Hernando los acompañaría. El hombre sabía que desde que Killian había visitado la casa, el psicólogo no había vuelto a poner un pie en el bar. Sabía que se emborrachaban en el ático pero jamás Hernando había vuelto al bar, cumpliendo las palabras que le había dicho la última vez que habían hablado.

Obvio que sus hijos lo invitaron, pero él como siempre se había negado con la excusa de cuidar el negocio. Miguel no tenía cabeza para mantener una relación estable, de hecho Hernando había sido la primera persona con la que tenía sexo después de más de diez años. Desde que había regresado a la región se había dedicado enteramente a la educación de sus hijos y el sexo no tenía cabida en su vida hasta que ese hombre irrumpió en ella habiéndole tambalear todas las murallas que se había esforzado en construir a lo largo de los años.

En ese momento tenía mil demonios en su cabeza y el pasado pisándole los talones, no podía corresponderle al psicólogo de la manera que él quería, por eso decidió no continuar con esa relación que apenas había comenzado, pero algo más fuerte que el mismo lo impulsaba a comportarse como solo lo había hecho cuando era un chiquillo, así que se vistió y partió hacia el club. No tenía ni idea de que haría, simplemente se dejó arrastrar por el sentimiento que lo embargaba en ese momento y, por los celos que experimentó al imaginarse a Hernando con alguien más.

Pasó un poco de trabajo para entrar al lugar, estuvo a punto de marcharse, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo lo dejaron pasar. Caminaba tropezado entre las personas hasta que a lo lejos pudo divisar la silueta de su hija de la mano de Valentina. No lo pensó dos veces, en cuestiones de segundos estuvo frente a ellas.

Juliana-¡Miguel! qué haces aquí?—estaba realmente sorprendida. El hombre gagueó un poco pero al final respondió
Miguel-vine a buscarlos—Juliana no pudo esconder su sonrisa
Juliana-Miguel... soy yo, no mientas, no está ni cerca de amanecer y tú estás acostumbrado a que llegue pasada esa hora, no hay nada malo en que hayas venido por el doctorcito—Miguel se tensó y Valentina le apretó con fuerza la mano que le tenía agarrada a Juliana a modo de regaño—que?—preguntó haciéndose la inocente—en fin, ya nosotras nos vamos, bien puedes acompañarnos, o hacer lo que verdaderamente deseas e ir hasta la sala "X" a buscarlo, pues es ahí donde lo vi por última vez—mintió solo para ver la reacción de su padre adoptivo y bendito sea el lenguaje corporal porque este le reveló la ira y los celos que el hombre que más quería en el mundo experimentaba. Ella volvió a carcajear, sacando a Miguel de su estado y obligándolo a parecer normal a pesar de saber que su hija lo había agarrado.

Miguel-vayan con cuidado, ya que estoy aquí me tomaré un trago más en lo que encuentro a Río—Juliana asintió divertida
Juliana-como quieras Miguel, solo te dire una cosa—eso lo dijo totalmente en serio mirándolo a los ojos—aunque la vida no sea solo una, aunque después de esta hayan muchas más, desgraciadamente no contamos con el don de recordar cada una de ellas, así que yo que tú aprovecharía y disfrutaría esta al máximo, se feliz hombre—le palmeó el hombro con diversión
Miguel-anda, saca a tus mujeres de aquí de una vez, me encontré con Amazona y no está para nada contenta—Juliana sonrió por la evasiva y también porque él tenía razón. Su amiga debía estar impaciente, pero había sido ella la que se había empeñado en acompañarlas.

HASTA EL FIN DEL MUNDO (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora