Lotófagos 01

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La voz de Albariño era tan sólida como un ancla, tan pesada como una piedra angular, y más dulce que el loto en la mano de un lotófago.

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Durante los dos días que duró el juicio, Albariño solo vio a Herstal tres veces.

Esto era más o menos de esperarse; Herstal había estado tan ocupado con el caso que literalmente ya vivía en su oficina. Pero este también era un detalle muy contradictorio: el hombre ciertamente no perdería la oportunidad de matar a Slade, pero tampoco bajará la guardia deliberadamente en ocasiones tales como demandas judiciales.

Aunque tiene una mala reputación por su elección de defendidos, de hecho es el mejor tipo de abogado que un acusado puede imaginar.

La primera vez que se vieron nuevamente fue en la corte, y mientras Albariño llevaba el informe de la autopsia para demostrar al jurado que el arma homicida del sexto cadáver estaba en la oficina de Slade, pudo ver los ojos fríos y penetrantes de Herstal mirando por encima del banquillo.

Albariño sabía exactamente lo que estaba pensando. Lo que tenía en la mano ahora, era una baraja de cartas ganadora preparada por Wallis Hardy, y uno de los mejores resultados que Bates y los demás pudieron conseguir después del trabajo de 24 horas de investigación que habían realizado. Albariño no le contó a Herstal sobre esto, más o menos por una razón: solo recibió el informe de pruebas de laboratorio de criminalística de parte de Wallis veinte minutos antes de comparecer ante el tribunal como testigo técnico, y no había forma de que se acercara al equipo jurídico de la defensa a la vista de todos.

Esto, pensó al recibir el informe tarde, ilustra un enorme problema. Este movimiento significaba que Wallis debía de haber escuchado algunas cosas sobre su relación con Herstal de parte de Bart Hardy, y esta competente fiscal había optado por no confiar en él en un momento como este.

Bart Hardy de seguro debió de saber lo que su esposa iba a decidir al contarle los rumores, pero no puso freno a ello... lo cual era una actitud bastante interesante.

Y Albariño sabía el significado detrás de este movimiento.

Significaba que ante una evidencia tan abrumadora y contundente era probable que Slade fuera a la cárcel, y suponiendo que lo hiciera, Herstal perdería su última oportunidad para asesinarlo. El pianista de Westland era un notable asesino en serie, pero no lo suficientemente notable como para pasar por encima a enormes guardias de seguridad de una prisión federal.

Albariño se paró ante el juez, el secretario y el jurado; presionó tranquilamente su mano sobre la Biblia, juró, y luego comenzó su declaración.

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Sosteniendo un pedazo de pan bañado en guiso en la mano, Orion Hunter empezó a recordar exactamente cómo había acabado en la situación en la que se encontraba ahora.

Había visto a un joven que se parecía mucho a Herstal Amalette en el grueso y viejo álbum de fotos de la iglesia, y se había lanzado a una búsqueda desesperada para encontrar a "Will". Incluso en un pueblo como éste, había docenas, si no cientos, de chicos que se llamaban Will, y para colmo, la anciana de la iglesia no recordaba el apellido del tal Will, sólo podía recordar vagamente que el padre de este era electricista.

... Pero la principal fuente económica del pueblo era la producción de madera dura, una industria que sostenía a muchas de las fabricas eléctricas cercanas, e incluso contando sólo con las personas que aún vivían en el pueblo, había muchos electricistas entre ellos.

Sin embargo, en cualquier caso, el señor Hunter era un buen cazarrecompensas; con anterioridad había especulado correctamente que había un ángel de la muerte en el hospital de Westland con solo observar los informes médicos del lugar. Así que, tras una larga búsqueda, Hunter estaba ahora sentado en la mesa de un hospitalario hombre pueblerino de mediana edad, disfrutando con él de un guiso y pan.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora