"Yo soy el cielo y el infierno"
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Herstal se enderezó lentamente, con el calor residual de la piel del otro hombre aún presente en sus dedos. La frase que había pronunciado llevaba mucho tiempo rondando en su mente, y esperaba sentirse aliviado tan pronto como lo dijera, pero no fue así. Sin embargo, por un segundo, sintió paz, una paz que lo envolvía tan silenciosamente como la muerte.
Albariño, como una escultura mantuvo su postura, sólo observando a Herstal. Herstal, por su parte, vio en sus ojos un asombro que casi podría llamarse "shock", una emoción tan introspectiva y abrumadora que hizo que su expresión pareciera un poco extraña y cómica.
"Hay muchas cosas en las que no has pensado, Albariño". Herstal le dijo en un tono tranquilo: "Siempre has creído que tienes el control del juego, pero no se te ha ocurrido que la clave de tu control radica en la voluntad esencial de los demás de secundar tus acciones. Es cierto que tirar el tablero no es una forma muy elegante de jugar, pero cuando los demás ya no están dispuestos a igualar tu ritmo, ocurre algo como esto..."
Albariño lo miró fijamente y dijo en tono tenso: "Herstal..."
"Así que", interrumpió Herstal. Su voz sonaba igual que en cualquier momento anterior, pero las palabras que pronunció después de una cuidadosa consideración le hicieron parecer como si estuviera loco. "Te dejaré aquí, e iré a matar a Slade".
"¡No puedes hacer esto!" Albariño no pudo evitar alzar la voz, y por primera vez desde que Herstal lo conoció, su voz sonaba como un rugido, como una ira real, como un ser humano real. "Yo elegí estar contigo, no puedes decidir por mí..."
De repente, se levantó de un tirón y las correas de nylon que le ataban las muñecas se tensaron, golpeando contra la barandilla con un ruido sordo, y el marco de metal de la cama chirrió con fuerza, pero aun así Albariño no se detuvo.
"Por supuesto que piensas eso cuando no estás calmado." Dijo Herstal con voz plana.
"Oh, ¿así que piensas que no estoy lo suficientemente calmado ahora?" respondió Albariño bruscamente, en un tono que rara vez utilizaba. Herstal miró sus mejillas enrojecidas y realmente quiso sonreír un poco.
"Sí, no estás lo suficientemente calmado en este momento. Pero creo que eres capaz de calmarte, pues como dije antes, no entiendes ni la vacilación ni el dolor del amor". Herstal contestó, con una sonrisa reticente y pálida: "Por supuesto, ahora te resultará difícil aceptar este hecho, pero cuando las cosas se calmen, supongo que en unos meses como máximo, podrás salir de esto. Tienes más de una opción, y tus preferencias pueden cambiar".
Albariño miró fijamente a Herstal durante un largo momento, y luego dijo lentamente: "....Siempre siento que este tipo de retórica revela una sensación de familiaridad; ¿has estado pasando demasiado tiempo con Olga?"
"Sólo creo que tiene razón [1]". Dijo Herstal, alargando la mano una vez más y enderezando sus puños innecesariamente, aunque estaban pulcros y ordenados, y no era necesario volver a hacerlo. Siempre había tenido esa compulsión por mantener todo en orden según su propio gusto, pero Albariño no era un botón.
"En tres horas, alguien vendrá a desatarte", dijo Herstal. "Esa persona es un médico no muy legal que suele encargarse de algunos trabajos de primeros auxilios para los heridos de los tiroteos entre pandillas, y esta es su casa.... Te sugiero que no lo mates, de todas formas mantiene la boca cerrada sobre muchas cosas".
Albariño parpadeó ante Herstal, la sangre en su rostro aún no se había disipado, y bajo el rojo brillante del atardecer, era como si acabara de cruzar un río de sangre "¿Supongo que para entonces estaré muerto a los ojos de la gente?".
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Vino y armas
Mistero / Thriller"Las cosas en el mundo son así: la prosperidad siempre va acompañada del pecado, y cuanto más depravado es uno, más puede vivir lo que el mundo llama una vida feliz." -Marqués de Sade Albariño es un médico forense del Departamento de Medicina Forens...