Baila, baila, muñequita 02

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¿Qué es lo que buscas en mí, que te hace sentir que perteneces a un hogar?

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Cuando Albariño se sentó de nuevo en su sitio original, los ojos de las otras personas todavía seguían clavados en él. Herstal estaba familiarizado con esta clase de miradas: conmoción, lástima, y el tipo de empatía que era lo que más le faltaba al pianista de Westland.

La dama pelirroja regresó al escenario después de que Albariño se hubiera ido, luciendo también un poco abrumada; aparentemente Albariño nunca había subido al escenario para hablar, sin importar a cuántas reuniones de este tipo había asistido antes.

La señora estaba invitando a la siguiente persona a subir al escenario para compartir su historia cuando el teléfono de Herstal dio una pequeña sacudida, por lo que rápidamente desbloqueó la pantalla para ver el último mensaje que había recibido.

"Bonita sesión de fotos".

-Envió Albariño.

Herstal se burló en su mente: de hecho, siempre había tenido algunas fantasías ridículas, como la posibilidad de que si Albariño era finalmente arrestado un día, sería posible utilizar sus problemas mentales como defensa. Y suponiendo que consiguiera un abogado lo suficientemente bueno, tal vez podría ser condenado a una vida de "convalecencia" en una institución mental.

Herstal había visto a demasiados asesinos escapar de la silla eléctrica alegando problemas mentales, y algunos de ellos, especialmente famosos, habían llegado a publicar sus autobiografías mientras estaban en prisión o en el hospital.

-Si Albariño alguna vez cae en las manos de la policía, de seguro que mandaría a ampliar su foto e imprimirla en la portada de un libro, porque es de esa clase de jodido ególatra.

Mientras pensaba en todas estas tonterías, el siguiente narrador ya estaba en el escenario: era un chico delgado y de pelo oscuro que parecía demacrado, con profundas sombras bajo los ojos.

Se acercó al escenario arrastrando los pies y se sentó en el taburete. Susurró: "Hola a todos, me llamo Billy".

Hubo, por supuesto, una dispersión de "Hola, Billy" antes de que el chico, que parecía claramente ser menor de edad, comenzara a contar su historia.

Algo en él llamó la atención de Herstal, quizá por sus piernas extraordinariamente delgadas que se bamboleaban en sus pantalones amplios, el tono verdoso-púrpura del cansancio bajo sus ojos, o sus manos: la ropa que llevaba claramente no le quedaba bien, de modo que su muñeca quedaba expuesta bajo el puño. La vista de Herstal era buena, y la luz del pequeño teatro era lo suficientemente brillante como para permitirle distinguir las cicatrices que atravesaban la muñeca del joven, y ver que el color marrón ennegrecido había estado allí durante mucho tiempo.

Y en particular la cara del joven, que tenía claramente varias cicatrices en la barbilla todavía muy nuevas y desiguales tras la curación. Herstal creía firmemente que ésa era la forma de las marcas de mordeduras que quedaban después de haber cicatrizado.

"Corte de prueba con el cutter". Herstal podía recordar la voz de Albariño, tan tranquila como un estanque profundo la noche justo después de haber matado a Bob Langdon.

Había algo en el joven que atraía a Herstal irremediablemente, y de repente se sintió irritado cuando se dio cuenta de qué era exactamente lo que le llamaba la atención. Esta irritación llegó con una fuerza similar a la del momento en que finalmente había clavado el cuchillo en la garganta de Elliot Evans, similar a la del momento en que había asfixiado a Albariño hasta que el otro hombre había entrado en shock, similar al momento en que había colgado a aquellos dos hombres en aquella pequeña iglesia de Kentucky.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora