Baila, baila, muñequita 06

150 25 12
                                    

Ahora tu pecado está en mis labios

----------

Herstal dijo: "Albariño-"

No pudo terminar la frase, pues al momento siguiente fue presionado directamente al suelo por Albariño; en este aspecto no necesitaban disimular: si Herstal no lo hubiera permitido, Albariño nunca se habría salido con la suya tan fácilmente. Pero, en este momento, las palmas de Herstal sólo se apoyaron simbólicamente en el suelo con un movimiento suave, y sus dedos presionaron en el charco de sangre deslizándose hacia adelante inesperadamente, con su columna vertebral golpeando el suelo después de que un rastro claro de cinco dedos se hiciera en el suelo.

Una de las manos de Albariño amortiguó la parte posterior de su cabeza con un suave movimiento, un gesto que Herstal no pudo juzgar como considerado, ni mucho menos, dadas las circunstancias.

Los ojos del otro hombre eran siempre de ese espeluznante verde brillante, que le recordaba a los lobos, a los fuegos fantasmales y a los estanques de ácido. Normalmente, a Herstal no le sorprendería que este lunático se pasara de la raya, pero en momentos como éste...

"Vas a hacer que esta escena del crimen sea más difícil de limpiar". Herstal susurró, sin embargo la mayoría de las palabras eventualmente fueron ahogadas y tragadas por la garganta del otro hombre.

Albariño lo besó desde los labios hasta el pómulo, y finalmente presionó sus dientes contra su suave lóbulo de la oreja, mientras su risa aún parecía perdurar en su voz: "¿De verdad te importa? Sólo hay que quemarlo todo".

La palabra "quemarlo" no debería ir seguida de "sólo", ni un asesino en serie que no había perdido aun la cabeza por su propia arrogancia debería revolcarse con otro en la escena de un crimen.

Pero de momento, Billy seguía pegado a la pared, con los ojos abiertos mirando fijamente y para siempre hacia un lugar al que no podían alcanzar, y mientras Herstal yacía en el suelo, sentía cómo toda su camisa se empapaba de sangre poco a poco, su vista panorámica señalaba un mar de sangre en lo más profundo de las grietas del suelo, ardiendo a lo largo de la textura de su piel bajo sus músculos y huesos. Todo el cuerpo de Sharp era casi una escultura ensangrentada, una pequeña muestra de la obra del artista en arcilla, sin detalles, sólo difuminada en una masa inexplicable de formas.

En un espacio bajo sus ojos oscuros, el cenit oscuro de la iglesia con la lámpara de araña de cristal apagada seguía colgando en la esquina, envueltas en las notas del piano. Sus cuerdas eran como cuchillas afiladas, siendo los hilos de seda en el huso de la diosa del Destino, guiando a la gente a lugares incognoscibles.

Con una sonrisa dulce y viciosa en la boca de Albariño, volvió a preguntar: "¿De verdad te importa? Desde el principio hasta el final, ¿te ha importado alguna vez?"

Los dedos del insensible asesino agarraron su muñeca y presionaron su mano contra el suelo, empapándola de sangre hasta que su piel estuvo demasiado resbaladiza para sostenerla. Los callosos dedos de Albariño rozaron su muñeca, limpiando la sangre casi seca sobre ella, donde había muchas cicatrices, algunas superficiales y tentativas, llamadas coloquialmente como "vacilaciones", y una profunda de color blanco marfil cuyo significado se acercaba mucho a la "muerte".

"No me importa". Herstal se oyó decir.

Si esta respuesta era una mentira o no, dependía principalmente de qué pregunta estuviera respondiendo. Y por suerte Albariño no desacreditó este punto. Ya no tenían que hablar de ello, después de todo, no es Billy lo que le importa a Herstal, y por supuesto es aún más improbable que sea Anthony Sharp. La historia de un asesino en serie siempre es un montón de historias egocéntricas de personas con enfermedades mentales y ya no necesitaban enfatizar ese punto.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora