Descripción del artículo: Una página del diario personal de la psicóloga criminal Olga Molozze, diciendo la verdad, pero no necesariamente diciendo todo.
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Tendré que tomar nota de esto: mientras ese cabrón de Lavazza McCard siga en Westland, no abras la puerta por la noche a quien llame.
El tipo lleva tres días en Westland desde que llegó con miembros de su equipo de análisis de conducta, y hasta ahora ha acudido dos veces a mi casa sin avisar. Eran un poco más de las 11 de la noche cuando llamó a la puerta, no había dejado de llover y estaba de pie en la entrada con un impermeable que había sacado de algún sitio (probablemente se lo regaló Bart, la verdad es que no pregunté), con aspecto de asesino psicópata.
Le pregunté: "¿No deberías haber vuelto a Quantico ya?"
"Está lloviendo tanto que se han cancelado los vuelos, puede que tengamos que quedarnos una noche más". Dijo McCard pero no vi que pareciera muy apenado. "De todas formas no iba a volver a Quantico con ellos tan pronto, quería hablar contigo primero antes de hacerlo".
"¿Has elegido hablar ahora cuando había tantas oportunidades durante el día?"
"Quería hacerlo en privado". Enfatizó, como si fuera justo ocupar mi tiempo libre.
Así ha sido McCard desde que estaba en el FBI: Recorría a toda velocidad los pasillos todos los días, sin tomarse casi nunca unas vacaciones, y no sólo sin tomárselas él, sino impidiendo a menudo que yo las tomara. Porque todos deberían entender la verdad: la gente puede que tenga que descansar, pero los casos nunca se detienen. Y sospecho que nuestro amado agente McCard sigue esta lógica al pie de la letra.
Nunca olvidaré la tarde soleada en la que quise ir de vacaciones a Italia y McCard me detuvo en el aeropuerto y... ¿qué carajos dijo? ¡Oh! sí, dijo: "Cada minuto que perdemos, alguien está muriendo".
-- Sonaba tan seguro de ello, que era como si yo los estuviera matando con mi indiferencia.
Así que cuando respondió a mi correo electrónico anterior diciendo que "es bueno para tu salud" bla bla bla, por supuesto que supe que debía de referirse a mi salud mental, porque no le importaba la salud física de nadie, y de todas formas todo el departamento ya estaba con úlceras cuando me fui.
Es precisamente porque desafortunadamente lo conozco demasiado bien que quise cerrarle la puerta en la cara. Y McCard, siendo el hombre de acción que es, inmediatamente atascó su zapato contra la puerta. Tenía esa mirada que era su expresión cotidiana número cinco, que en palabras significaba "Sé por qué haces esto, pero estoy muy decepcionado de ti".
Luego dijo: "Quiero hablarte del jardinero dominical y del pianista de Westland".
No sé cómo describirlo... No quería hablar con él de esos dos asesinos en serie más de lo que una persona normal querría hablar con sus padres de su vida nocturna, porque de todas formas sabrían que no lo van a apreciar. Y habiendo millones de personas en el mundo, con el último que querría hablar sobre ellos era con McCard.
Yo esperaría que la posición de uno sobre el jardinero dominical y el pianista de Westland fuera al menos como: "Ah, realmente no me gusta Jackson Pollock [1], pero es un maestro de la pintura moderna". Pero si pongo a McCard en esa analogía, no sólo maldeciría a Jackson Pollock en voz alta, sino que saltaría y arrojaría pintura sobre la lápida del artista.
Sin embargo McCard estaba bloqueando mi puerta con tanta magnanimidad, como si fuera un amante con el corazón roto en medio de una tormenta, que al final no tuve más remedio que llevarlo a la habitación, y enseguida se apoderó de mi salón a lo grande, forrando mi mesa con una ristra de carpetas de archivos, la mayoría de las cuales no debería tener permiso para leer.
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Vino y armas
Mysterie / Thriller"Las cosas en el mundo son así: la prosperidad siempre va acompañada del pecado, y cuanto más depravado es uno, más puede vivir lo que el mundo llama una vida feliz." -Marqués de Sade Albariño es un médico forense del Departamento de Medicina Forens...