Vino y armas

Winter Wonderland

"Pero sé que casi ha terminado... al menos para nosotros".

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El viento y la nieve no habían amainado, y el cielo se cubrió de plata. Era Nochebuena, y mientras algunas personas se habían ido a casa para la gran cena, otras planeaban derrochar entusiasmo al aire libre. La mayoría de las carreteras de Westland estaban iluminadas, y las iglesias y los distritos comerciales estaban abarrotados de gente celebrando la festividad.

En la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en el barrio de Cliffield, reinaba el silencio, lo que destacaba de entre las diversas iglesias relucientes decoradas con árboles de Navidad en esta época del año.

Este antiguo edificio se construyó a principios del siglo XVIII y es una típica iglesia barroca. El tamaño de la iglesia era bastante impresionante como para igualar la época colonial y la escultura de su interior era tan soberbia que casi podría describirse como una obra de arte. De hecho, siguió siendo el centro del catolicismo en Westland durante cientos de años, hasta que la iglesia local abandonó la reparación de este edificio cada vez más dañado debido a varias razones durante la crisis económica.

En los últimos años, los planes de restauración de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario han vuelto a ponerse sobre la mesa, y se dice que las obras estarán en pleno apogeo después de las vacaciones de Navidad. De hecho, ya se han colocado señales de desvío de las obras en el exterior del edificio y se han montado andamios en uno de los campanarios casi derruidos.

En este preciso momento, Albariño Bacchus se encontraba caminando en la nave central [2] de esta iglesia vacía, y la gran araña, que no se ha encendido desde hace casi un siglo, volvía a estar iluminada, con la luz blanca y clara pareciendo estar ardiendo sobre su cabeza.

Gracias, por supuesto, al equipo de construcción de la iglesia, que ya había comenzado los preparativos para recablear y volver a iluminar la iglesia para futuras renovaciones; de lo contrario, las luces, que llevaban casi un siglo sin encenderse, habrían supuesto un gran problema para Albariño, que no quería salir a la nieve en Nochebuena para tirar él mismo de los cables.

Y ahora Albariño miraba hacia abajo en dirección al suelo. Estaba de pie delante del magnífico altar de la iglesia, y como cualquier iglesia de Nuestra Señora, delante de la mesa del altar se alzaba una enorme escultura, tallada en mármol blanco, de la Virgen María con Jesús muerto en brazos, con la cabeza inclinada en señal de dolor, y su suave rostro rodeado por un círculo de tiras metálicas de ornamentos similares a la luz sagrada.

Y debajo de esta estatua de color blanco puro de la Virgen María, se amontonaba una pila de... cuerpos humanos.

Cuerpos espantosamente blancos pero aún vivos, con pechos agitados y ojos asustados. El que estaba más cerca de Albariño le miró, y hablo con la voz ronca por la sed o por alguna tortura sustancial.

Esos ojos están teñidos de odio, pensó Albariño. En la mayoría de los casos, las emociones disminuían la belleza del propio cuerpo y podían calificarse de ruidosas en lo que a la creación se refería; su carne había sido igual, pero el alma dentro de la cáscara los había alienado.

—Y en tales casos, suelen tener mucho que decir.

El hombre dijo intermitentemente: "... irás al infierno".

Qué maldición tan común, la gente ni siquiera sabe si el cielo y el infierno realmente existen. Es mejor decir que la religión es una fantasía colectiva de ilusiones, si Dios creó realmente a la humanidad, ¿por qué dejó que Eva diera a luz a Caín, por qué dejó que ocurrieran esos horribles asesinatos?

Albariño se rió ligeramente.

"En lugar de creer que el alma del hombre tiene un lugar al que volver después de la muerte, deberías creer que yo soy Dios mismo". Respondió con arrogancia: "Agente McCard".