El sello de Caín 03

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Por supuesto que Albariño querría matar al abogado que sólo había visto una vez.

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Cuando Albariño y Olga llegaron a la comisaría de la policía de la ciudad de Westland, la luz del sol de color blanco lechoso ya se había derramado una vez más sobre las calles. La comisaría olía a una mezcla de comida precocinada, café en mal estado y agotamiento desbordado de los cuerpos de los hombres. Realmente uno podía saborear el significado de la palabra "desesperación" en la punta de la lengua al entrar en el edificio.

Los dos habían venido a entregar el informe de la autopsia al oficial Hardy, del cuerpo que le había costado a Albariño cinco horas de trabajo, con sus muchas y variadas cicatrices. Bates había vuelto al laboratorio del CSI con una docena de bolsas de pruebas y no lo verían durante un tiempo, a menos que consiguiera encontrar huellas dactilares identificables en esos trozos de tela.

A estas alturas, toda la comisaría estaba aparentemente abarrotada de agentes que no habían descansado en toda la noche a causa del nuevo caso del pianista. Albariño y Olga habían comprado cada uno un sándwich de una máquina expendedora para llenar sus estómagos en el camino, y ahora la corteza fría y la insípida mantequilla de cacahuete parecían firmemente adheridas a la parte superior de su paladar.

Albariño tenía que admitir que, incluso a su edad, estar de pie bajo una lámpara sin sombras y sin dormir toda la noche era un poco cansado, y el oficial Hardy, quien caminaba a paso ligero hacia él, tenía un aspecto un poco peor: sus ojos estaban inyectados en sangre y las sombras bajo ellos se extendían tan abiertamente como los charcos de sangre en las escenas del crimen.

"Al", dijo sonoramente, con verdadera energía, "¿cuál es el descubrimiento esta vez?"

"El asesino extrajo el corazón de la víctima, luego le metió una manzana entre las costillas y lo espolvoreó con un puñado de trigo en la cavidad abdominal". Albariño recitó mientras empujaba el informe que tenía en la mano al oficial Hardy, quien luego pasaría las fotografías tomadas por Bates a todos en la comisaría. El pobre muchacho también se había llevado los malditos granitos de trigo, al parecer arruinándole el buen apetito que tenía hoy.

Olga retomó sus palabras con ligereza: "Los accesorios que eligió son bastante interesantes, aunque aun no entiendo exactamente por qué ha utilizado trigo... ¿Quizás es sólo una declaración directa sobre lo que representan los espantapájaros? ¿Al fin y al cabo, no protegen los huertos y los campos de trigo?... En fin, el significado especifico de esta cosa aun no están claras, pero sí, este parece ser un nuevo caso del pianista".

No, Albariño apuntó en su mente. Su elección de usar una manzana y trigo son de naturaleza puramente metafórica para dilucidar un punto al que el pianista había llegado. Aunque era incierto en este momento, podría ser un veredicto por el cual decidió cometer este crimen partiendo del delito del difunto.

Esto es sólo una fría arrogancia. Una vez más se estaba poniendo en el lugar de Dios, quien es el "único" que tiene el poder de juzgar. Pero nuevamente, esto estaba en consonancia con el perfil que el perfilador había hecho del asesino, así que tenía mucho más sentido.

Sin embargo, no dijo lo que pensaba, no estaba tan loco como para apresurarse a sacar sus conclusiones antes de que lo hicieran los verdaderos psicólogos criminales, si no, ¿cómo iba a enfrentarse al interrogatorio? "Oye Al, ¿puedes decirnos cómo descubriste lo que pasaba dentro de la mente de este asesino?" "Eso no fue difícil, porque puedo ver las cosas desde mi propia perspectiva como un asesino psicópata".

Olvídalo. Se rió a carcajadas en su mente, ver a todos malinterpretar el trabajo de otro asesino en serie podía ser realmente una experiencia agradable.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora