Rain rain go away 03

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La verdad rara vez es pura, y nunca simple

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Herstal parpadeó.

Le dolían los músculos y su visión se mezclaba entre la oscuridad total; un pequeño inevitable gruñido de dolor se le escapó de entre los labios mientras luchaba lentamente contra las delgadas sábanas blancas. Entonces se dio cuenta de que tenía las manos atadas sólidamente a la espalda y que los tobillos también estaban restringidos por una cuerda.

Bueno, por lo visto "que un desconocido te impacte con un taser y luego te encierre en un lugar infernal de quién sabe dónde" no era el tipo de drama por el que pasaba un abogado de mafiosos promedio con regularidad, ni siquiera Herstal, así que por precaución lentamente se movió con gran dificultad para mirar a su alrededor.

Había un asfixiante olor a humo de cigarrillo en el aire, y mientras estaba tumbado de lado, su mirada pasó por encima del borde de la cama, pudiendo observar un suelo que estaba -estrictamente hablando- bastante sucio: tenía una fina capa de polvo que parecía consistir en cenizas, tierra y colillas retorcidas esparcidas por todo el piso.

Al parecer, se encontraba en una habitación muy destartalada, recostado sobre un colchón con los resortes casi colapsados. En el otro extremo de la habitación, en un sillón mullido y desgastado, estaba sentado el joven que había visto esta mañana.

El hombre miraba nervioso en su dirección, y su mano envuelta en un vendaje de forma rustica estaba apoyada en su pierna, mientras la sangre se derramaba por debajo del vendaje por la herida que era claramente obra suya.

"¡Tarde pero por fin te has despertado!" El joven, al darse cuenta de que estaba despierto, se levantó de su silla y corrió hacia él en tres pasos presionando su rodilla contra el colchón, la cual se hundió con un desagradable crujido. Una sonrisa brillante apareció en el joven rostro que estaba algo pálido por la falta de luz solar: "Llevas mucho tiempo inconsciente, ¡estaba tan preocupado por ti! Herstal... ese es tu nombre, ¿verdad?"

Eso es porque me aturdiste con una pistola eléctrica. Herstal se quejó.

"¿Eres el tipo que me estaba siguiendo ayer en la noche?" Herstal se apoyó en la pared ignorando la inútil pregunta del otro hombre y con dificultad, ajustó su postura usando sus tobillos fuertemente atados como apoyo, "¿...Johnny the Killer?"

No era de extrañar que Herstal lo adivinara, al fin y al cabo veía las noticias: el asesino en serie especializado en secuestrar varones rubios en lugares desolados había estado merodeando por toda la región de Great Lake.

Y no era de extrañar que este asesino en serie no sólo lo hubiera secuestrado, sino que, al parecer, lo hubiera investigado debidamente antes. Bastaba con buscar el nombre de su bufete de abogados para que su foto aparezca inmediatamente en Google.

"Estoy muy contento de que te hayas acordado de mi seudónimo. Por favor, llámame Elliot". El joven contestó con una gran sonrisa en el rostro, luego todo su cuerpo se abalanzó y puso sus brazos alrededor de los hombros de Herstal, con sus labios besando furtivamente su rostro. "Entonces, ahora que nos hemos conocido, sabes lo que vamos a hacer, ¿verdad?"

Intentando desesperadamente resistir el impulso de retroceder un poco, Herstal se rió, y su voz sonó tan baja como una suave exhalación: "¿Por qué, me vas a violar?"

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El sol del mediodía era bastante fuerte y después de la lluvia se esperaba que el tiempo fuera muy soleado. Pero, al parecer, el estado de ánimo de los detectives de la policía de Westland no era mucho mejor debido al cielo azul y despejado.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora