Luna ofendida 03

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Todo lo que te pertenece vendrá a su tiempo

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Herstal se quedó atónito por un momento.

Al segundo siguiente, cuando miró los sonrientes ojos verdes bajo la sombra de las gafas planas, sintió que algo en su cabeza estallaba... o más bien, un torrente de ira lo abrumó en un instante, más caliente que la lava y le hizo temblar hasta la punta de los dedos.

El agotamiento que tantas veces le había perseguido retrocedió brevemente por debajo de su piel y fue sustituido por ese familiar picor que se colaba por sus poros como un fantasma que no se podía disipar. Un pensamiento de herir al otro hombre lo atravesó, haciéndole querer arrancarle con los dientes la sonrisa que tenía fijada en el rostro.

Era difícil decir quién había hecho el primer movimiento, pero al momento siguiente los brazos de Albariño le habían rodeado los hombros -no tanto en un cálido abrazo sino con demasiada brusquedad- y la columna vertebral de Herstal se estrelló con fuerza contra la fría pared, la cual inevitablemente estaba custodiada por guardias fuertemente armados en el otro extremo.

Su espalda golpeó de lleno el interruptor de la luz y las luces de la habitación naturalmente se apagaron, pero por fortuna no había ventanas que dieran al pasillo en esta enfermería, por lo que los guardias de fuera no deberían poder ver nada raro desde su posición.

La barbilla de Herstal estaba presionada contra el hombro de Albariño, y su aliento podía rozar el lóbulo de la oreja del otro hombre. Herstal tenía muchas ganas de desgarrar aquel trozo de carne con los dientes, como un animal joven que tiene que rozar algo con sus dientes afilados en crecimiento. El picor acechaba justo debajo de la lengua, en los huesos de la mandíbula, como si algo se abriera paso.

Bajó la voz y maldijo: "Hijo de perra..."

No había duda de que Albariño dejó que todos sus innumerables planes anteriores se desperdiciaran. Antes de esto, su única esperanza había sido que Albariño tuviera la sensatez de pensar "Debería dejar América", pero aparentemente no lo había hecho; y ahora, lo peor que podía pasar era que, una vez atrapado Albariño, todas las mentiras que Herstal había dicho en el estrado se desmoronaran y no existiera la situación de: "la otra parte se arrepintió después del perjurio", sin poderse explicar si quiera por qué Herstal fingió la muerte de Albariño y por qué éste no apareció después.

Por no hablar de Olga Molozze y Orion Hunter... No había forma de que la muerte fingida de Albariño pudiera ser ocultada a estas dos personas, y si eran descubiertos para entonces, ¿actuaria Olga como asesora de la policía de Westland y les contaría sus inferencias?

Instantáneamente, Herstal tuvo ganas de maldecir varias cosas, una peor que la otra, mientras Albariño le agarraba del hombro y le frotaba la comisura de los labios como una especie de animalito herido, engatusándolo en voz baja: "Shh, shh. Hay un montón de guardias ahí fuera, y por mucho que odie admitirlo, no tengo la confianza necesaria para vencerlos a todos yo solo".

"No deberías haber venido si tenías ese tipo de juicio". Herstal reprendió con frialdad: "¿Cómo has entrado aquí? ¿Dónde está Duden Kroes?"

"¿Kroes? ¿El que se encargaba de grabar a los voluntarios del Distrito Este - aunque en realidad eres el único- tomando la medicación después de mostrarla con cuidado a la cámara?" Albariño parpadeó: "Ah, por desgracia se rompió la pierna 'accidentalmente' al ser atropellado, y con la magnitud de la fractura, no le verás en los próximos tres meses. Por lo que, mientras tanto, tuvieron que contratar a otra persona para que haga su trabajo en la prisión".

Hizo una pausa significativa y luego preguntó retóricamente: "¿Pero lo permitirías? ¿Me harías esperar tres meses más?"

Herstal sabía lo que estaba preguntando; Albariño le estaba preguntando por el hecho de seguir en prisión tres meses sin verlo. Herstal frunció el ceño y dijo en su habitual tono de 'de todas formas no estoy contento con tu imprudencia actual', "Albariño-"

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora