A veces nada

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—Es taaan hermoso.

Yoongi quería vomitar por lo patético que se escuchaba su mejor amigo con semejante declaración. Aunque realmente esa no era la razón por la que se sentía enfermo cada vez que lo escuchaba babear por él.

—Pues mueve tu culo a su mesa y se lo dices —expresó con una falsa burla mientras removía la comida para nada apetitosa de la cafetería—. Porque no sé qué es más asqueroso. Esto. —Señaló su plato con sus palillos— o tus cursilerías.

Jungkook boqueó ofendido en frente suyo.

—¡Nada le puede ganar a la comida de la escuela, hyung!

Yoongi se acercó a él con cautela.

—Créeme que ahora sí —sonrió de lado.

Y la queja que vendría a continuación era una de las partes favoritas de su día, ya que el más alto de los dos agrandaría la forma redonda de sus ojos negros hasta hacerlos brillar. Esto significaría que estaba triste de que lo molestara tanto; sin embargo, para Yoongi sería solo una confirmación a sus sentimientos.

De lo enamorado que estaba de Jungkook desde que prácticamente lo conoció.

—Eres malo con tu dongsaeng. —El puchero que sus labios formaron no duró mucho al percatarse que era observado a lo lejos—. H-hyung. —Pateó el pie contrario por debajo de la mesa.

—¡Auch! —Al instante, lo asesinó con su felina mirada—. ¡¿Qué sucede contigo, mocoso?!

Jungkook intentó hacer que baje la voz al sacudir su mano, para luego inclinar su cuerpo hacia él.

—No sé si ya he perdido la cabeza... —le susurró con ilusión— pero creo que TaeTae está viendo para acá.

Yoongi frunció el rostro, girándose de inmediato al lugar donde él estaba. Porque quien no sabría el sitio que siempre ocupaba el chico más popular de la escuela. Bueno, tal vez no lo era del todo, pero el otro chico sentado a su lado no le importaba.

El famoso TaeTae logró desviar su atención antes de volver a ser atrapado, así que Yoongi no pudo evitar rodar sus ojos al retornar a su posición.

—Definitivamente la has perdido.

Jungkook lo miró con los brazos cruzados y sus mejillas repletas de vergüenza.

—¿No quieres ser más obvio?

Este se encogió de hombros.

—Igual me seguirías ganando.

El menor optó por resoplar porque discutir con su hyung sería en vano, además quería continuar admirando en secreto la enorme belleza del único chico que ha sido capaz de llenarlo de suspiros.

Claro, suspiros que solo se quedaban en sus fantasías porque Kim Taehyung estaba totalmente fuera de su alcance.

Era una lástima que no pudiera siquiera adivinar que ese era justo el mismo debate interno que un pelirrojo de facciones geométricas y considerablemente perfectas estaba teniendo desde su lugar.

—Hay gente que ya no tiene nada de dignidad en estos días —dijo su mejor amigo con el tono altivo de siempre a su costado.

—¡¿Tanto se me nota?! —preguntó espantado al pensar que se estaba refiriendo a él.

Jimin contrajo su preciosa mirada de caramelo.

—Hablaba del niño dientón —dijo con obviedad—. Está todo estúpido muriéndose por ti que hasta acá me llega el olor a desesperado.

Taehyung ignoró por completo la manera en que su amigo se estaba expresando —de igual forma lo hacía a menudo con personas que no fueran de su agrado—, para mejor enfocarse en el sentido de dichas palabras.

—¿D-de verdad lo crees? —Sus ojos alargados y castaños parecieron empezar a destellar de la emoción.

El contrario maldijo en su mente. Era evidente que la reacción del pelirrojo sería aquella.

—No sé qué le ves —comentó fastidiado—. Es tan... ordinario.

Taehyung negó con una pequeña sonrisa a cuestas.

—Ser popular no lo es todo, Minie —suspiró con aire soñador—. No cuando tienes un alma tan pura como la suya.

—¿Cómo puedes asegurarlo si ni siquiera se hablan? —le cuestionó con la ceja alzada.

—Sus hermosos ojitos me lo dicen. —Su afirmación hizo bufar al otro—. ¿Qué? ¿No has escuchado que son la ventana del alma?

—Qué ridiculez —crispó sus rosados y brillantes labios—. El único modo de saber cómo es realmente una persona es conociéndola.

Y lo había aprendido a la mala.

—¡Tienes razón! —exclamó Taehyung como si hubiera tenido una gran revelación.

—Siempre la tengo —le sonrió a la vez que le guiñó con autosuficiencia.

Porque así era, todo terminaba jugando a favor de Jimin cuando se lo proponía, y esto no sería la excepción. Se iba a encargar de que nadie se interponga entre él y «su» Tae.

Lo juró con su filosa y acaramelada mirada que se mantuvo fija en la mesa de seres que ni deberían ocupar algo de su atención por lo insignificantes que eran.

Aunque lamentable e irónicamente, ahora tendría que recurrir a uno de ellos para conseguirlo.

Alianza Equivocada | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora