que sea eterno.

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Antes de volver a Seúl, Yoongi decidió revisar cada espacio de la habitación de su padre.

Desde que su abuela le contó ese fragmento de su pasado, tuvo curiosidad por conocer un poco más acerca de su juventud.

Sin embargo, Min Jaehyun no parecía haber tenido otro interés que no fuera la música. Tenía colección tras colección de discos que, pese a los años, se mantenían intactos en las repisas. Y el estilo era variado, pero hubo uno en específico que le llamó la atención.

Era sobre una orquesta sinfónica que reunió a un grupo de cantantes para su edición especial. Yoongi comenzó a leer distraídamente sus nombres hasta que uno de ellos resaltó con fuerza a la vista.

Elizabeth Baker.

Yoongi sonrió en grande. Sin planearlo, había encontrado el regalo perfecto para Jimin.

•••

Apenas abrió la puerta de la casa, Jimin se levantó del sillón donde lo había estado esperando para caminar hacia él con una pequeña, pero expresiva sonrisa en sus labios.

—Bienvenido a casa, Yoongi.

Esas eran las palabras que no llegó a decirle cuando regresó de Daegu la primera vez. Jimin estuvo inseguro de hacerlo otra vez, pero recibir un abrazo suyo calmó gran parte de ese miedo.

—Te extrañé... —susurró Yoongi a un lado de su rostro, mientras lo apretaba contra él.

Jimin no resistió las ganas de darle un beso como respuesta. Fue rápido y ligero, pero duró lo suficiente para robarle un suspiro a cada uno de ellos.

—¿No hay nadie? —le preguntó Yoongi aún estando bastante cerca de sus labios.

Jimin negó levemente con sus mejillas sonrojadas.

—Se acaban de ir de viaje por este fin de semana.

Viaje al cual fue invitado, pero que no dudó en rechazar al saber que él llegaría esa misma tarde.

—En ese caso... —Sin quitar su mano de la cintura, Yoongi se inclinó a un costado para recoger su maleta y una bolsa de considerable tamaño—. Vamos a tu habitación.

No hubo segundas intenciones al decirlo, pero de todas formas Jimin se removió un poco en sus brazos, mientras desviaba su mirada.

—¿Para qué quieres que vayamos a mi habitación?

Era el doble de vergonzoso si se lo preguntaba directamente.

Yoongi, por otro lado, frunció el ceño tras escucharlo.

—¿Como para qué? —Alza la bolsa ante él—. Traje regalos.

Sí, Jimin fue incapaz de mirarlo a la cara en todo el trayecto a su habitación. Aunque dejó de hundirse en la vergüenza cuando Yoongi sacó una caja que traía consigo unas flores que se le hicieron conocidas al instante.

Porque solo había visto árboles de Júpiter en Daegu.

—Quisiera decirte que son de mi parte —Yoongi arrugó su nariz—, pero el señor Jung me las dio para ti. —Se las entregó con cuidado—. Me dijo que las amaste ni bien te las mostró en la granja.

—¡Es que son hermosas! —Jimin se acercó hacia ellas para poder concentrarse en su aroma—. Y huelen tan delicioso.

Yoongi sintió una especie de déjà vu al verlo de esa forma, siendo tan suave y delicado con unas flores que no eran ni la mitad de admirables que él.

—Y esto es de mi abuela. —Se obligó a continuar porque podría pasarse horas contemplando a Jimin y no hacer más que eso—. Como se dio cuenta de que tú habías hecho el suéter, ella quiso hacerte algo parecido. —Le mostró un gorro y una bufanda de lana—. Mi abuela dice que el color de tus ojos combina con el blanco y tiene razón.

Alianza Equivocada | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora