Cerritulus

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Severus la ignoraba todo el tiempo, el chico cambio de compañera de pupitre y Louisette tuvo que volver a sentarse junto a Sirius en pociones y DCAO, la tortura había regresado; parecía que el mundo odiaba a Louisette, cinco de las nueve clases que tenían las compartía con el pelinegro.

— Psst — la llamó el pelinegro a su lado, la chica lo ignoró — minislughorn — pateó su silla — minislughorn.

— ¿Que?— preguntó molesta tratando de que la profesora Mcgonagall no los viera hablando.

— ¿Tienes tinta de sobra? — la chica rodó los ojos antes de tomar su mochila y sacar un tintero, se lo dió al pelinegro — gracias, te debo una.

— ¿Que te parece callarte?

— Eres grosera por las mañanas, ni siquiera te hice algo malo — se quejó.

— Tu voz me irrita.

— Tu también me irritas y no estoy siendo grosero contigo — confesó — nunca soy grosero.

— Aparte de grosero, eres mentiroso — Sirius la miró ofendido.

— No soy mentiroso— dijo — tu eres la mentirosa.

— Ya cállate Black, nos va a escuchar Minnie y nos bajarán puntos.

— Sabes que tengo la razón y por eso me callas.

— Si, lo que digas — la castaña continúo escribiendo.

— Oye— Sirius movió a la chica por el hombro provocando que su pluma rasgara su pergamino— uy.

— ¿No te puedes mantener quieto 2 segundos? — soltó molesta — en serio Black, quédate quieto.

— Es me aburro mucho.

— Pues búscate otra diversión y déjame en paz — la chica sacó otro trozo de pergamino e intentó escribir, sintió la mirada de Sirius en su perfil — ¿Que?

— No estoy haciendo nada.

— Estás viéndome.

— ¿Ahora eso es un crimen?

— Si cuando me miras como acosador — la chica lo miró — ¿Por qué mierda no escribes?

— Ya terminé — dijo sonriendo, Louisette se estiró para tomar el pergamino de Sirius, efectivamente ya había terminado — escribes muy lento.

— Si no dejas de interrumpirme y de romper mis pergaminos habría terminado ya — reclamó — ponte a garabatear o algo así.

— Se me terminó mi pergamino y mi mochila está muy lejos.

— Está en el justo a tu lado en el suelo.

— Muy lejos — la castaña rodó los ojos, le dió el pergamino roto.

— Ahora deja de fastidiar — regresó su mirada al pizarrón y se dedicó a escribir, 10 minutos tuvo de paz antes de que Sirius volviera a patear su silla — ¿Que?

— Ya no hay donde dibujar — le mostró el pergamino totalmente llenó de garabatos.

— ¿Y que quieres que yo haga? Dibujate algo en las manos o yo que se — el joven mostró sus manos completamente rayadas — ¿Puedes dejar que termine mis apuntes?

— Me aburro— canturreó.

— Estás obligandome a acusarte con Minnie.

— No lo harías — la castaña regresó a sus apuntes — ¿Me prestas tu mano?

— No.

— Ándale, te la regreso al final de la clase.

— Deja de fastidiar.

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