Trabajar

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Gérard Dubois no solo era un magizoologo increíble resulta que también era una increíble persona, para milagro de Louisette no le costó nada poder entrar en confianza con el hombre, quizás porque tenían una pasión en común o quizás porque Gérard no era tan mayor.

- Sostenlo - la chica sostuvo con sus manos al Clabbert, lo acarició suavemente con su dedo.

- ¿Que haremos con él? - cuestionó la castaña.

- Sus cuernos han crecido más de lo común - explicó el hombre - ha estado lastimando a los demás, tendremos que cortarlos un poco - ante la sola mención de ello la pequeña pustula en la frente del Clabbert se iluminó de un rojo intenso - ¿Crees poder sostenerlo para mí? - la miró.

- Si, claro - el hombre la guío hasta el escritorio del fondo, con un poco de nerviosismo la chica tomó a la criatura lo suficientemente fuerte para que no se moviera o escapara pero no tanto como para lastimarlo.

- Solo serán unos minutos - informó mientras sacaba lo que parecía ser una lima de uñas de su bolsillo - mantén los dedos fuera, no querrás que te muerda.

- Una cicatriz de una pequeña mordida se vería increíble ¿No lo cree? - el hombre ni siquiera levantó la mirada hacia ella, pero la chica notó como una pequeña sonrisa se iba abriendo paso sobre sus labios - por cierto, la señora Finney me ha dicho que han interceptado a un par de magos que intentaban contrabandear cascarones de Occamy y dentro de la carga encontraron a un Jobberknoll - informó - quieren que lo revisemos.

- ¿Al Jobberknoll o a los huevos?

- Ambos, aunque especialmente al Jobberknoll - el hombre detuvo su ardua tarea para mirarla - le he dicho que podríamos revisarlo por la mañana pero que deberían dejar algunos insectos para que coma durante la noche - susurró.

- ¿Quien diría que si me serías útil? - dijo antes de regresar su mirada a su trabajo.

- ¿Eso fue una clase de halago?

- No fue una clase de halago, fue uno - afirmó.

- Realmente es malo dándolos - contestó burlona.

Gerard movía hábilmente la pequeña lima por los cuernos del Clabbert bajo la atenta mirada de Louisette, la pequeña pustula en la frente de la criatura se iluminaba de un rojo intenso informando así que se sentía en peligro.

- ¡Auch! - el pequeño Clabbert encajó sus dientes puntiagudos en el dedo de la chica cuando por culpa del ruido de su celular está se asusto y soltó ligeramente su agarre - lo siento, olvide ponerlo en silencio.

- Sin preocupaciones - dijo el hombre - tu hora de salida es en treinta minutos, puedes responder - con un suave movimiento de varita la criatura regresó a su árbol sintético habitual - trae acá, lo curaré - sin esperar una respuesta tomó la mano de la chica - responde, podría impacentarse.

- ¿Hola? - Louisette colocó el teléfono sobre su oreja.

- Hola mi amor - la voz de Sirius resonó del otro lado de la línea - ¿Estás ocupada o algo así?

- Algo así - respondió - pero ahora que lo mencionas por tu culpa me mordió un Clabbert - escuchó la risa del pelinegro.

- ¿Aún estás en el trabajo? - ella hizo un sonido afirmativo con la garganta - lo lamento, James dijo que ya podía llamarte.

- Porque no dejaba de repetir que te extrañaba - la voz de James se escuchó lejana, la chica sonrió.

- ¿Conoces el concepto de conversación privada, idiota?- cuestionó el joven - después hablaré contigo... Volviendo a ti mi gran amor ¿Que tal va todo?

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