Procellas

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Noche de concierto, Louisette enferma en su habitación y una tormenta horrible afuera, sus padres no corrieron con suerte y no pudieron regresar a casa antes de que la tormenta empezara, la castaña se encontraba en la sala, sentada en el suelo con un par de mantas cubriéndole la espalda; Bruce y Clifford acostados sobre los pies de la chica en completo silencio, Bunty junto a ella siendo su apoyo para que la chica dejara de temblar, la luz de la casa se había ido hace 2 horas aproximadamente.

— Nada pasará señorita Slughorn, es solo lluvia — intentó consolarla.

— Mientras ellos no vengan hacia acá estará todo bien — respondió sujetando fuertemente las mantas — ¿Lylo no ha llamado?— el elfo negó.

— ¿Quiere un té para tranquilizarse?— la castaña asíntio, Bunty desapareio y la castaña escuchó como se movían las cosas de la cocina.

Un par de minutos después escuchó un golpeteo fuerte e insistente en la puerta, Louisette pensó que serían sus padres, evidentemente estaba molesta ¿Cómo se les ocurrió manejar en este clima? Sobre todo después de lo que pasó hace años, se levantó e inmediatamente fue a abrir la puerta.

El aire se le fue al ver a la persona del otro lado, el cabello y ropa completamente empapados, temblando incontrolablemente y tratando de darse calor abranzandose a si mismo.

— ¿Sirius? — la chica abrió la puerta completamente — ¿Que haces aquí?

— No... No te gustan.... Las tormentas — respondió mientras sus dientes tiritaban de frío— y estabas... Estabas... Sola — la lluvia dejó de ser importante para la chica, ignoró completamente los truenos y salió de la casa para abrazar fuertemente al pelinegro, su ropa estuvo empapada en cuestión de segundo pero cuando los brazos de Sirius se cerraron sobre ella solo sintió calidez.

— Gracias — susurró.

— ¡Señorita Slughorn! — escuchó el grito de Bunty y segundos después la lluvia encima de ellos paró, una sombrilla evitaba que los dos jóvenes continuarán mojandose — entre a la casa señorita, va a enfermarse aún más — exigió el elfo jalando suavemente la blusa de la chica, Louisette tomó la muñeca de Sirius y los tres entraron.

Bunty rápidamente encendió la chimenea y apareció dos tazas de té humeante frente a ellos, ninguno de los dos dudó y tomaron las tazas llevandoselas rápidamente hacia sus labios, el calor se extendió por todos sus cuerpos.

— Señorita, sus padres se molestarán si usted empeora — le reprochó Bunty — acérquese al fuego — la empujó suavemente — usted también.

Louisette se regañó internamente por haber salido a la lluvia, sobre todo porque estaba enferma, pero no todos los días el chico que te gusta camina hasta tu casa con una tormenta enorme solo para ir a verte porque te dan miedo las tormentas.

— ¿Aún tiene frío?— preguntó Bunty, tras notar que ambos continuaban temblando chasqueó los dedos y apareció unas cuantas mantas sobre los hombros de ambos.

— Bunty ¿Puedes subir por un poco de ropa seca?— pidió la chica, la mirada del elfo le hizo saber que no estaba dispuesto a dejarla sola con el joven, Louisette le rogó con la mirada y el elfo volvió a desaparecer, el ruido de la cocina volvió a hacerse presente.

— ¿Tu propio elfo no te obedece?— preguntó el pelinegro.

— No es mi elfo — respondió — no mío ni de nadie.

— ¿A qué te refieres?— la miró.

— Bunty es libre, puede irse cuando quiera — explicó — pero se queda aquí por mi padre, lo ama demasiado como para dejarlo solo.

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