Conversationem

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La castaña golpeaba impacientemente su pie contra el suelo mientras esperaba del otro lado de la puerta a Myrtle, la fantasma ya llevaba 15 minutos dentro del baño de prefectos tratando de encontrar una manera en la cual abrirle la puerta.

— ¡Listo! — la puerta se abrió de par en par — sabía que podría.

— Cuando dije que necesitaba una ducha pensé en darmela en mi habitación — confesó la castaña.

— La ducha de tu habitación es nada comparada a la del baño de prefectos — afirmó — ahora entra antes de que alguien te vea.

— Ni siquiera debería es...— la chica calló su discurso al ver la inmensidad del baño de prefectos — definitivamente pertenezco aquí.

— Te dije que es mucho mejor que tú simple ducha — dijo — ahora prepararla, solo abre aquellas llaves de ahí.

Louisette preparó la ducha bajo las instrucciones de Myrtle, todo el lugar se llenó de burbujas y el agua estaba a una temperatura perfecta, la chica se despojo de sus prendas lentamente y entro en el agua.

— Merlin, que bien lo pasan los prefectos — dejó caer su cabeza ligeramente hacia atrás — podría pasar aquí horas.

— Siempre le puedes pedir a Evans o Lupin que te den su pase — dijo — para relajarte.

— O tú podrías abrirme — la fantasma asintió — no tengo nada mejor que hacer ahora así que me quedaré.

— ¿Me estás echando?

— No, pero si quieres irte no me molestaría.

Myrtle se quedó haciéndole compañía por un par de minutos después, finalmente decidió irse a espiar a otros alumnos.

La burbujas lograron hacer que la castaña entrara en una especie de trance y logrará poner su mente en blanco, había dejado de pensar en lo que había visto en la habitación de Sirius y se permitió concentrarse únicamente en la pequeña gota que caía cada dos segundos del tercer grifo de su izquierda, estaba tan inmersa en las gotas que jamás escuchó la puerta abrirse sino hasta que miró al chico posarse frente a ella y hablar.

— Eres realmente buena escondiendote — Louisette por poco resbala — te busque por todo el castillo y jamás imaginé que estarías rompiendo las reglas por darte una ducha.

A la castaña le costó un poco entender porque el chico miraba con tanta atención el vitral de sirena detrás de ella, cuando finalmente captó la chica acercó la mayor cantidad de burbuja a su cuerpo antes de intentar cubrirse con sus manos y brazos.

— ¿Cómo entraste? La puerta estaba hechizada — cuestionó la chica.

— No lo estaba — dijo — y Myrtle me dijo cómo destrabarla desde afuera.

— Maldita Myrtle — la castaña se encontraba incómoda, era obvio que en dicha situación ella estaba en completa desventaja.

No habían hablado desde el accidente en la habitación del pelinegro, Louisette lo había evitado a toda costa y es que ¿Que se supone que diría? La chica era consiente de que tenía que disculparse con el, pero las pocas veces que lo había intentado sus nervios podían más que ella y finalmente salía huyendo.

— ¿Para que me...?

— Tenemos que hablar — la cortó el chico, Louisette asintió — lo de la otra vez...

— Lo lamento, te juro que jamás quise encontrarte en una situación de esa índole, pero tú dijiste que entrara sin tocar porque te desconcentrabas y aunque pensé en tocar solo para fastidiarte no lo hice porque escuché una queja— dijo rápidamente, tomó una gran bocanada de aire antes de continuar — ahora sé que esa queja no fue realmente porque te lastimarás, yo pensé que si, pero no lo era, sino que estabas... Bueno tú sabes — hizo una seña haciendo alusión a ello — y no era una queja de dolor porque eso no duele o bueno no se si en los chicos sea distinto, supongo que no porque sino no lo harían ¿Es distinto?— cuestionó — mejor no respondas ¿Cómo podrías saber si es distinto? Nunca has sido mujer, no sabes lo que sentimos, sería bastante extraño que supieras lo que sentimos cuando hacemos eso, pero así podriamos saber si se siente igual o si hay diferencias — hablaba rápidamente — y bueno solo quería decir que lamento mucho todo lo que ocasione y lo raro que debió ser abrir los ojos y verme ahí paras sin decir nada para después salir corriendo, así que lo siento y lamento demasiado que... — sintió una mano posarse sobre su boca.

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