Potter

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- ¿Estás bien querida? ¿Dónde te has quedado estos días? - Euphemia sostenía el rostro de Louisette con ambas manos mientras intentaba encontrar algún signo de descuido.

- ¿Has comido bien? ¿Que has comido? - Fleamont se posó junto a su esposa con un rostro preocupado.

- No tienen de que preocuparse señor y señora Potter, estoy bien - Louisette tomó las manos de Euphemia y las retiró de su rostro - me he quedado estas semanas en casa de Regulus, Kreacher se encargó de la comida.

- Los padres de Regulus estaban de vacaciones - comentó James desde el sofá disfrutando que la castaña estaba siendo atiborrada de preguntas - y ella estuvo haciendo jardinería... Con objetos puntiagudos y peligrosos - agregó con falsa preocupación.

- ¡James! - soltó molesta la chica, el moreno rió desde su sitio - no me pasó nada.

- ¿Y la cortada de tu mano? - Fleamont tomó la mano de la chica encontrando una pequeña herida en la palma.

- Esto podría haberse infectado - dijo el hombre - ¿Y el botiquín cariño?

- En la cocina o en la habitación - respondió la mujer - mejor ve por el del baño, tiene más cosas.

- Ella se ve pálida mamá, debería sentarse - Louisette cobraría venganza mientras James durmiera; Euphemia guío a la castaña hasta la sala y la obligó a sentarse bajo la luz de la lámpara.

Euphemia y Fleamont Potter eran realmente dulces y atentos con Louisette, la castaña siempre se sentía querida cuando venía a visitar a James y el moreno siempre decía que sus padres la amaban como a una hija, sobre todo porque ellos habían deseado tener una niña pero jamás lo habían logrado.

Las manos de Euphemia se movieron hábilmente sobre la palma de Louisette cuando Fleamont llegó con el botiquín, tomó la mano de la castaña y suavemente empezó a cuidar la herida de su mano, Louisette la observaba atentamente.

No pudo evitar sentir lo que ella suponía era "el amor de una mamá". Realmente la castaña jamas lo había sentido pues nunca le había hecho falta, Harry siempre había estado ahí como un padre presente y que se preocupaba por ella. Pero Harry no estaba.

El rizado había llamado un par de veces a la residencia Black durante las dos semanas que Louisette se quedó ahí, eran llamadas cortas y que le entregaban a la chica un poco de bienestar, pero cuando el rizado colgaba y Louisette se quedaba sola en la línea la tristeza volvía a abordarla.

El amor que los padres de James le demostraban que tenían hacia ella lleno sus ojos de lágrimas, el moreno rápidamente lo notó.

- Todo listo - dijo la mujer cuando daba vuelta por última vez al vendaje - no soy médico pero estoy segura que con eso bastará - levantó el rostro ofreciéndole una sonrisa calida a la castaña, sonrisa que segundos despues desapareció - ¿Pasa algo querida?

- ¿La venda está muy ajustada? ¿Te lastimamos?- cuestionó el hombre, rápidamente intentó acercarse para quitarle la venda, Louisette apartó la mano de ellos.

- No, todo está bien - respondió pegando su brazo a su pecho y limpiando las pequeñas lágrimas que había botado - no me lastimaron, solo...- la mirada atenta y preocupada de los dos adultos la hicieron sentir como una tonta - nada, solo nada - les sonrió.

- ¿Estás segura? - Euphemia seguía sentada frente a ella - podría desajustar un poco el vendaje ¿Fue mucho poner una venda?

- Señora Potter está bien - le hizo saber - la venda es perfecta, no se preocupe - aún no muy convencida la mujer miró a su esposo.

- ¿Estás segura querida? Podemos quitarla.

- Estoy segura, muchas gracias por sus cuidados - Euphemia sonrió dulcemente - a ambos.

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