Sin mejoras

49 8 2
                                    

Sangre, rojo y el intenso olor a hierro inundaba el pequeño cubículo en el baño, Louisette no sabía que ocurría pero tenía una ligera idea de lo que podría ser, deseaba que no fuese así, imploraba que no fuese lo que imaginaba.

— Lo siento señorita Slughorn — mencionó el doctor desde su posición junto a las camilla — es sol...

— ¿Podría dejarme sola? — el hombre asintió antes de darse media vuelta y salir de la habitación, en cuanto la puerta se cerró las lágrimas empezaron a abandonar los ojos de la chica.

En pocos tiempo la vida de Louisette había dado un giro de 180°, la felicidad que había logrado formar se había ido desde que le habían informado acerca de la maldición de sangre, un poco de esa felicidad se había mantenido presente ya que estaba embarazada y ahora... Justo ese día... Esa pequeña pizca de felicidad se había ido.

Un estupido aborto ocasionado por los medicamentos y la magia experimental que había entrado en su cuerpo este último mes y medio se la había llevado, esa pizca se extinguió.

— Hola — la cabellera de Sirius se asomó por la puerta antes de entrar — ¿Cómo está mi gran amor? — el gran vacío que Louisette sentía en su pecho ni siquiera la dejaba hablar — ¿No quieres hablar? — se abrió espacio en la camilla de la chica y terminó atrayendola contra su pecho — tu enfermera me dijo que tampoco has querido comer.

— Duele — susurró suavemente.

— ¿Te duele comer o te duele hablar? — cuestionó besando su cabeza.

— Todo, últimamente hasta respirar me duele — la habitación se quedó en silencio durante 10 minutos aproximadamente.

— Si pudiera... Créeme que si pudiera ocuparía tu lugar — comentó el pelinegro — estaría dispuesto a soportar todo el dolor del mundo con tal de que tu no tuvieras que soportarlo — continuó hablando — pero no puedo y eso es una completa mierda.

Louisette era consciente de que ella no era la única sufriendo con esto, cada que alguno de los chicos iba a visitarla eran más obvias sus ojeras y el cansancio en su voz, no podía ser tan egoísta como para entristecerlos más con la noticia que recibió esa mañana.

— ¿Quieres tomar un poco de sol? — ella negó — ¿Escuchar algo de música? — volvió a negar — ¿Quedarnos en silencio y simplemente existir? — asintió débilmente — bien, eso haremos, haremos lo que tú desees.

El resto de la tarde la pareja se la pasó acostado en la camilla sin hacer demasiado, la mano de Sirius dejaba ligeras caricias en la espalda de su novia mientras que tarareaba algo que parecía ser una canción de cuna.

Todo mundo sabía que la imaginación de Louisette no era su mejor amiga y está vez no era la excepción, la castaña comenzó a imaginar una situación distinta.

Ellos estarían acostados sobre una cama completamente emocionados por la idea de un nuevo miembro en su pequeña familia, estarían charlando sobre nombres y Sirius bromearia diciendo que lo nombrarían con un nombre de mascota. Segundos después su imaginación la llevó a su novio cargando en brazos a un pequeño bebé mientras tarareaba la misma canción que en ese momento, no supo cuando es que comenzó a llorar suavemente.

— ¿Huh? — Sirius se inclinó suavemente para mirarla — ¿Qué pasa mi amor?

— Ya no puedo, te juro que ya no puedo — respondió entre sollozos cada vez más sonoros, Sirius la apretó un poco más contra él — no es justo, nada de esto es justo.

— Lo sé mi amor, ya lo sé.

— Haz que pare, haz que se detenga por favor — Sirius no supo que responder ante ello — no quiero morir — en todo el tiempo que llevaba en el hospital la mera idea de morir le atormentaba la cabeza día y noche — quiero vivir, quiero estar a tu lado, quiero una familia, quiero volver a ver a mis padres, volver a hablar con ellos — sintió como el aire le comenzaba a faltar — abrazarlos... Antes de morir — susurró eso último.

BELLATORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora