Capítulo 03.

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"Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón

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"Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón." ~ Pitágoras de Samos

Coronel Harrison.


La deliciosa brisa marina de la Gran Ciudad golpeó mi rostro mientras nos acercábamos a la base principal, ubicada a cincuenta kilómetros al norte de la capital. Podía sentir el bochorno, era realmente extraño que en la Gran Ciudad hiciese calor, más aún cuando nos encontrábamos en otoño, pero parecía que ese día al sol se le habia ocurrido hacer de las suyas.

Me encantaba sentir el aire golpeando mi rostro, era como el despertar de un sueño completamente reparador.

—¡Coronel! Estamos listos —informó uno de los tenientes.

—¿Altitud?

—Cuatro Kilómetros de distancia, en coordenadas correctas, ¡Coronel!

—No quiero ningún percance, quien descienda en terrenos fuera de la IISMF tendrá un castigo disciplinario ¡¿Entendido?!

—Si, Coronel—gritaron todos al unisonido.

—¡Ahora!

Sonreí viendo como mi equipo se lanzaba a los aires con maestría y agilidad, en cada misión victoriosa esa era nuestra forma de celebrar, lanzándonos al vacío al llegar a nuestra base. Quizás yo no era la coronel más benevolente, ni mucho menos cariñosa, era ruda y de mano dura cuando se trataba de mi equipo, sin embargo, sabía reconocer sus victorias y los premiaba por ello.

Habíamos capturado a un traficante de órganos del mercado negro, no habia sido una misión difícil, en realidad lo habíamos acorralado en la clínica donde se encargaba de drogar, violar y extraer los órganos útiles de mujeres de entre veinte a treintaicinco años, habíamos seguido sus pistas durante una semana y su captura habia sido la culminación de nuestra labor.

Era un hombre descuidado que se hacía pasar por ginecólogo, él nos habia facilitado el encontrarlo, con una simple conversación telefónica en la que habíamos lanzado el anzuelo diciendo "Necesito una cita ¿Mi novio puede acompañarme? "y claramente escuchando su respuesta "Solo la paciente, para privacidad" Se habia delatado dándonos su ubicación.

—Bien hecho, Coronel—felicitó mi primo.

Lo vi lanzarse por los aires con gracia, dando una voltereta para lucirse como solo él sabía hacerlo.

—Bien hecho, Keyli—murmuré cuando me quedé completamente sola en el avión —. Bien hecho.

Sin demorar más tiempo, me lancé sin miedo.

Sentía el aire romperse en mi rostro, me encantaba sentir la emoción de caer desde las alturas y disfrutar cada momento que conllevaba aquello. Era la emoción más pura y liberadora que alguien pudiese sentir, la brisa marítima inundó mis poros mientras descendía a la velocidad de la luz, viendo como mi equipo iban aterrizando en la base, todos lo hacían sin el mínimo esfuerzo mientras las tropas restantes aplaudían llenos de júbilo por una victoriosa misión más a nuestro historial. Una victoria no era solo para mi o mis capitanes, era para todo el ejército en general y eso me encantaba.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora