Capítulo 30.

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"Cuando eliges no tomar acción sobre algo porque te das cuenta de que no tienes control, eso es dejar ir". ~ Darren L. Johnson.

Fortaleza.

Dicen que cuando el corazón de la persona que amas deja de latir, sientes como todo tu mundo se derrumba frente a tus ojos, te preguntas una y otra vez ¿Por qué tiene que ser ella?, te desesperas sabiendo que fue tu culpa lo que le ocurrió y te sientes impotente por no poder tomar su lugar.

El dolor en mi pecho no desaparecía aun despues de ver su nombre en la pizarra del hospital, llevaba diez malditas horas en cirugía mientras trataban de hacer que su corazón siguiera latiendo por procedimientos quirúrgicos que jamás habia creído que existían.

Me sentía tan impotente, tan triste y como un completo idiota, su mejor amiga habia llegado un par de horas después de que ella habia entrado a cirugía y no había parado de llorar abrazada de su novio. Hubiese querido que ella fuese la única en llegar, sin embargo, la perra que más odiaba en mi vida habia hecho su aparición moviendo sus caderas como una mujer de la esquina.

<< ¿Quién diablos usa un vestido tan corto en pleno Seattle?>>

La había ignorado, no tenía ganas de lidiar con ella ni con nadie, solo quería escuchar el diagnostico de mi princesa, de mi pequeña, la mujer que aunque lo negara, era a la única que mi corazón amaba. Sentía las lágrimas descender por mis mejillas y por más que trataba de controlarme no era posible, sentía que todo mi mundo se derrumbaba frente a mis ojos y el terror me invadía al ver a los doctores pasar de un lado a otro sin siquiera voltear a mirar la sala de espera privada.

—Se va a recuperar, ella es fuerte—aseguró el General.

Lo miré sintiendo que el llanto volvía atorarse en mi garganta, me sentía un completo bastardo, mis últimas palabras la habían herido, lo había visto en sus ojitos pero en mi mente esa era la mejor opción para alejarme de ella. Sabía que si ella me odiaba mi corazón entendería que no podía amarla, que nosotros no podíamos simplemente romper tradiciones y reglas por estar a su lado.

—Le dije cosas horribles...—susurré dejando caer la cabeza entre mis piernas.

—No fue tu culpa, esa bruja fue quien le disparo.

—Te traje un té—murmuró Arniel sentándose a mi lado.

Mi corazón dolía como nunca, no la quería a mi lado, la quería con vida. A ese punto no me importaba si me ponía una orden de restricción o si me mandaban a la Patagonia, la quería con vida, con el simple hecho de saber que ella respiraba el mismo aire que yo me era suficiente.

—Tranquilo, ella va a estar bien—aseguró Archie —. Le pateó las bolas a un Schiavone y destruyo una banda criminal por si sola, hace falta más que una bala e hipotermia para terminar con la gran Coronel Keylani Kim Rossi.

—¿Y si no es asi? —pregunté mirándolo.

—Como dijiste, tu negatividad no nos sirve. Ella va a estar bien. Hablamos de la mujer que se lanzó a una mina después de un temblor para rescatar a personas inocentes. El universo o Dios tienen que ser justos, ella siempre arriesga su vida para salvar a quien lo necesita.

—No la conozco tanto como ustedes—aseguró Arniel mirándome con una sonrisa —, pero con lo poco que la he conocido, Archie tiene razón, es alguien fuerte. Estoy seguro de que saldrá de esta y dentro de un mes la tendremos de regreso en la base dándonos órdenes y jalándote las orejas por no hacer bien tu trabajo.

Solté una pequeña risa asintiendo, mi corazón dolía y me arrepentía de no poderle decir lo mucho que la queria, lo mucho que ella representaba para mí. El simple hecho de imaginarme que si ella no sobrevivía jamás volvería a ver sus hermosos ojitos verde pálido me hacían sentir el hombre más desdichado y bastardo de la tierra.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora