Capítulo 65.

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Maratón 3/3.

Mala suerte

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Mala suerte.

"Aunquela traición aplace, el traidor aborrece." ~ Miguel de Cervantes

La vida a veces no es tan tranquila como creemos, en realidad puede llegar a ser un altibajo de emociones que nos vuelve locos y del que no podemos escapar hasta convertirnos en polvo, pero quizás eso es lo que hace que la vida no sea una aburrida monotonía y por más que la creamos una mala jugarreta, esta nos enseña que es necesario el drama de vez en cuando.

Abrí los ojos, encontrándome con los miel de mi madre, esos ojos que me llenaban de tanta tranquilidad y paz que era una sensación indescriptible, pero que me hacía sentir que cualquier tormenta que estuviese ocurriendo podía ser controlada con valor, bondad y amor.

Mi madre era mi lugar seguro, lo había sido desde que era una niña y quizás se debía a que ella me había contado todo lo que ella y papá habían atravesado para poder estar juntos, eso de cierta manera era el impulso que me ayudaba a vencer cada reto que se ponía frente a mí, si ellos habían sido capaces de vencer la muerte, las peleas y a una psicópata, yo podía ser capaz de vencer todo por el simple hecho de tener su sangre corriendo por mis venas.

Sonreí, viendo a su lado los profundos ojos negros de mi padre. Ambos lucían más jóvenes lo que me hacía saber que estaba en un sueño o quizás un recuerdo que se reproducía en mi cabeza para ignorar la realidad.

Mi papá era la fortaleza que siempre habia necesitado, para mi papá siempre había sido su princesa y para él no importaba si le mentía a mamá con mi hora de llegada o asesinaba a alguien, estaba segura de que él me ayudaría a ocultar el cuerpo. Mi papá había sido siempre el pilar que me había sostenido, y sí, la burla familiar siempre era el recordatorio de que a los 14 años, en un nacimiento de agua helada; él me había sostenido en un colchón inflable después de declarar que estaba indispuesta por problemas femeninos.

Mis padres eran todo para mí, eran mi lugar seguro que me hacía escapar de la realidad, incluso cuando Stefan me había secuestrado, ellos habían sido ese motor para no dejarme caer a pesar del dolor que mi cuerpo sentía o el daño psicológico que el bastardo me había provocado.

—Mi niña—murmuró mi mamá, acariciando mi cabello con delicadeza—. Nos diste un gran susto...

—¿Mamá? — pregunté con la voz ronca, pero por alguna razón, yo no era capaz de controlar el movimiento de mi boca. —¿D...Donde estoy?

—Mi niña, eres tan fuerte—murmuró mi papá y pude ver sus ojos llorosos —. Ya estas a salvo, ese maldito bastardo no podrá ponerte un solo dedo encima. Nosotros nos encargaremos de perseguirlo, te lo prometo.

—No recordará nada de esto, Hunter—murmuró mi mamá.

Mi mamá apretó mi mano con fuerza, mientras mi padre la rodeaba con su brazo por la espalda, seguramente para darle fortaleza.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora