Capítulo 28.

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"Es necesario haber amado, después perder el amor y luego volver a amar todavía

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"Es necesario haber amado, después perder el amor y luego volver a amar todavía." ~Vincent Van Gogh

Mil maneras de conocerte, una para olvidarte.

La vida a veces nos pone de frente a ángeles para que nos saquen de algún lugar que nos daña, esos ángeles llegan inesperadamente y sin quererlo se convierten en nuestros confidentes sin conocer nuestro pasado.

Mi madre siempre había dicho que si en algún momento llegaba a separarse de mi padre, sólo la muerte sería capaz de arrancarle su recuerdo. Cuando tuve mi primer corazón roto me dijo la frase de "Hay mil maneras de olvidarte, solo una para conocerte", me la había dicho para lograr calmar mi llanto de adolescente y vaya que habia servido, me había dado cuenta de que Ralph no era más que un chico problema.

Sin embargo, su filosofía propia era "Mil maneras de conocerte, una para olvidarte: La muerte".

Suspiré dejando caer mi cabeza en el montón de papeles sobre mi escritorio, teníamos menos de cuarenta y ocho horas para que se realizara el ataque Alaska, pero gracias a los conflictos con Conall, ponernos de acuerdo para cualquier decisión era toda una odisea en la que parecía una lucha campal entre el cielo y el infierno.

<<Bueno, por lo menos tienes de tu lado a un ángel pelinegro y de ojos azules>>

Aseguró mi subconsciente recordando a Arniel.

Era imposible hablar con Conall sin terminar lanzándonos animales ponzoñosos, envenenando nuestras palabras que antes eran de amor. Nuestro encuentro en el gimnasio en lugar de tranquilizar las cosas lo habia empeorado de mil maneras distintas.

Yo tenía que ser testigo de las decenas de agentes que lo visitaban durante el día en la oficina continua a la mía y después de un par de horas las veía con estúpidas sonrisas de recién folladas.

Era frustrante escuchar los gemidos desafinados de las mujeres cuando nos quedábamos completamente solos en el piso y nisiquiera mi música a todo volumen era capaz de opacar los gemidos de placer de sus amantes. Realmente parecía que se las follaba contra la ligera pared que separaba nuestras oficinas por el simple hecho de hacerme enfurecer.

—¡Oh! ¡Coronel! ¡Más!

Rodé los ojos con fastidio, deseando que la tierra se tragara a esos dos ruidosos y los escupiera en la Antártida en pelotas. Me imaginaba a Conall con las bolas azules por ser un completo gilipollas y un Asno como lo había bautizado Archie por su deplorable actitud incluso con sus mejores amigos.

—¡Oh! ¡Coro...Puta madre!

Suspiré subiendo el volumen de la música, tratando de opacar los alaridos de placer de la mujer, no tenía ganas de seguirme imaginando las miles de formas en las que podía deshacerme de Conall haciéndolo pasar por un jodido accidente. Parecía que ese hombre no tenía ni un solo problema para complacer a sus amantes, tal como lo habia hecho conmigo noches atrás.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora