Capítulo 18.

834 49 14
                                    

"La mujer en el paraíso perdido, mordió el fruto del árbol de la ciencia diez minutos antes que el hombre; y ha mantenido después siempre estos diez minutos de ventaja"~Jean Baptiste Alphonse Karr

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"La mujer en el paraíso perdido, mordió el fruto del árbol de la ciencia diez minutos antes que el hombre; y ha mantenido después siempre estos diez minutos de ventaja"~Jean Baptiste Alphonse Karr

Tokio.

Si la vida estuviese siempre a nuestro favor sería un completo caos, todos tendríamos lo que deseamos y sería imposible mantener el orden de las cosas. Por esa razón, la vida siempre nos pone los retos más absurdos y nos hace darnos de topes cuando nos damos cuenta de lo que nosotros mismos nos habíamos aferrado a negar.

Meterse en el centro del huracán debía ser considerado un deporte y estaba segura de que yo ganaría cualquier premio o medalla que existiese. Sabía a los monstruos que me enfrentaba, no eran simples hombres jugando a ser mafiosos, eran los reyes de la mafia y los criminales más psicópatas que podían existir en el mundo.

Conall se habia enfurecido tanto que apenas y me dirigía la palabra, sinceramente si fuese él, estaría igual. Me habia metido en la boca del lobo sin siquiera premeditarlo con él, no era mi pareja oficial pero teníamos un jodido contrato en donde las palabras eran claras.

"Toda elección o decisión, deberá ser consultada con su Amo, bajo toda circunstancia, sea personal, familiar o laboral, el Amo tiene control total del futuro y decisiones de la sumisa"

—¡¿Por qué lo hiciste?!— gruñó mientras yo trataba de arreglar mi maleta con lo necesario para el viaje.

—Porque soy una coronel—murmuré tratando de sonar lo más tranquila posible —Lo hecho, hecho esta.

—¡No! Keylani, no es asi de simple. ¡Carajo! No lo digo como tu Amo, lo digo como tu puto amante—gruñó estallando los puños contra la puerta de metal. —Quiero protegerte ¡Joder! No hace más de una semana que nos enteramos de que un loco psicópata está detrás de ti y ahora te iras a meter con los reyes de la puta mafia más grande ¿Sabes lo que eso significa?

—Conall... Estaré bien—murmuré —Magnus no sabrá que soy yo—murmuré girándome en su dirección tratando de tomar su mano para tranquilizarlo.

—¿Sabes las putas ganas que tengo de tomarte ahora mismo? — gruñó mirándome con deseo —Estoy enojado...No, enojado no... ¡Estoy emputado! No solo rompiste las reglas de nuestro contrato, te estas poniendo en riesgo cuando el contrato dice que...

—La sumisa no se pondrá en riesgo en ninguna circunstancia. —recité —Pero eso no aplica conmigo, Conall, mi vida está en peligro cada dos minutos. No lo consulte contigo y aceptó que rompí las reglas de nuestro contrato, pero vidas corren peligro mientras nosotros tenemos esta jodida discusión. —murmuré acercándome a él.

Sin darme tiempo de decir otra palabra, me tomo de la caderas subiéndome sobre su hombro sin el menor esfuerzo. Me dejo caer sobre la cama, colocándose sobre mí como si se tratase de un animal en celo, lo escuchaba bufar como un toro mientras su mirada gris se posaba sobre la mía, tratando de que me doblegara y desistiera de mi decisión.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora