Capítulo 76.

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"Ningún viento de la tierra hubiera podido hacer que una barca tan pequeña surcara el mar tan rápidamente, sólo un tempestad, y quizás entonces fuera engullida por las olas. "~ Úrsula K. Le Guin

17 de Julio, 19 hrs.

Los amo.

Cuando creemos que hemos vivido lo peor de nuestras vidas en el pasado, nos damos cuenta de que en realidad esas situaciones eran una pequeña probada de lo que traía el futuro, nos ahogamos en un vaso de agua sin saber que nos espera todo el océano pacifico frente a nosotros.

Durante años, luche por no quebrarme ante situaciones que pusieran a prueba mis sentimientos, odiaba llorar o no poder controlar las palabras que salían de mi boca cuando estaba enojada o triste, odiaba ser impulsiva cuando las emociones me sobrepasaban, sin embargo, agradecía que cuando eso me ocurría, mi cerebro fuera capaz de alejarse para no herir a las personas que amaba.

Quizás no era lo más inteligente e incluso podía considerarse inmaduro, pero cuando sentía que las cosas se me salían de control, lo mejor para mí era alejarme y tomar las cosas con calma cuando pudiera pensar mejor.

Caminé por los jardines de la base, sintiéndome la mujer más estúpida por no poder enfrentar las cosas o controlar la ansiedad que me provocaban mis propios pensamientos, claro que sabía que ellos no me habían sido infieles, sabía que para ellos yo estaba en el primer lugar des sus prioridades y que sin importar nada, ellos querían sostener mi mano frente a todo

Mi mamá siempre me lo dijo, el pasado nunca muere y te persigue por el resto de tu vida, sin embargo, el ser humano tiene la capacidad de ignorar lo que lo hace sentir débiles y tomar las fuerzas necesarias para enfrentar el porvenir.

Me encerré en mi oficina, sin siquiera llamar la atención de alguien, no quería dar explicaciones, ya me sentía sofocada con mis propios pensamientos como para tener que decidir lo que otros pensaran de mí, sabía que todo tenía una explicación pero no me molestaría en buscarla hasta que mi corazón estuviera tranquilo y fuese capaz de escuchar lo que mis hombres tenían por decir.

Nisiquiera me percaté del momento en el que anocheció, no fue hasta que la luz de la luna entró por el ventanal que pude percatarme que ya no habia ni una sola alma en la base y que seguramente, todos se encontraban en la fiesta que Archie se había empeñado en realizar, claro que estaba feliz por él y por su esposa, sabía que habían intentado concebir un hijo desde hacia meses, pero no podía vivir esa alegría sin ordenar mi mente.

—¿Aún se encuentra aquí, coronel?

Levanté la mirada, encontrando a Leonel, uno de los soldados de primer grado que les tocaba guardia durante el fin de semana.

—Me olvidé del reloj—aseguré.

Me puse de pie con una sonrisa, dispuesta a salir de mi oficina, cambiarme e ir a aclarar las cosas con mis hombres, sabía que solo eso lograría conectarme con la tierra.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora