Capítulo 54.

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"Puede uno tener el entendimiento de un ángel, y ser, sin embargo, un demonio

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"Puede uno tener el entendimiento de un ángel, y ser, sin embargo, un demonio."~ ANÓNIMO

Miedo.

La vida nos pone en situaciones que siempre ponen a prueba todo lo que creemos o lo que sentimos era correcto, nos hace ver que el destino ama jugar con la inocencia del ser humano y que le vale un pepino si estamos de acuerdo o no con las decisiones que toma.

Abrí los ojos, sintiendo como todo el polvo del derrumbe inundaba mi vista. Sentía un pitido escandaloso en mis oídos y estaba segura de que mis tímpanos se habían destruido por el sórdido destello de las bombas bajo nuestros pies.

Los llamados de Arniel y Conall se escuchaban lejanos, mi cabeza no era capaz de procesar ni la mitad de información que pasaba a mi alrededor, me sentía en una burbuja llena de terror y sufrimiento.

Traté de enfocar un poco el lugar donde nos encontrábamos, pero no era capaz de mirar más allá de la polvorienta neblina que se formaba frente a mi vista, era como si me encontrase en una nebulosa espesa.

El rostro de Arniel bloqueo mi visión más allá de mi nariz, se veía preocupado y notaba ese dolor en sus ojos, el dolor que odiaba ver cuando estaba asustado por algo. Parpadeé, buscando mover mi cuerpo sin sentir que cada célula protestaba ante el inminente dolor que me carcomía.

—Mi amor—susurré con voz cansada.

—Gracias al cielo—murmuró dejando escapar el aire que suponía contenía en sus pulmones —. Tranquila, mi princesa, la ayuda viene en camino.

—¿Q...Qué paso? — susurré casi inaudible.

—Quedamos bajo una estructura y no recibimos daño—murmuró Conall con una pequeña sonrisa —, pero tal parece que nosotros te aplastamos con nuestro cuerpo.

—¿E...Están bien? — susurré.

—Lo estamos... tranquila—aseguró Arniel acariciando mi mejilla con ternura —. ¿Qué te duele?

—La espalda.

—Es el golpe—aseguró Conall acercándose a nosotros en el pequeño espacio que nos albergaba—. Debemos ponerte un torniquete, no sabemos si te dañaste alguna vertebra por la caída.

Solté una pequeña risa negando.

—Los torniquetes sólo funcionan para heridas abiertas—dije con gracia.

—Ya lo sé, pero quería sonar interesante.

Arniel soltó una carcajada, palmeando el brazo de su mejor amigo.

—¿Cuánto...?

—Un par de horas—aseguró Arniel —. Seguramente los ministros ya enviaron un par de tropas para nuestra búsqueda, sólo debemos esperar un poco más para lograr salir ilesos de este lugar, no sabemos qué tan inestables son las ruinas del edificio.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora